El nacionalismo no se origina en el liberalismo No es de izquierda ni de derecha. Tampoco es oligárquico ni popular. El Nacionalismo –con mayúscula no para darle importancia, sino para caracterizar un movimiento de ideas políticas sin cuya comprensión no se puede entender a la Argentina del siglo XX- no pertenece por naturaleza al orden de las ideologías políticas nacidas del liberalismo, susceptibles de ser vistas como "de izquierda o de derecha". Salvo para quienes lo han mirado siempre desde fuera, llenos de prejuicios y temor, como le pasó a Luis Enea Spilimbergo en su momento. Por lo menos con mayor originalidad que sus repetidores, Spilimbergo inventó una clasificación artificial hablando del "nacionalismo oligárquico" que quiso contraponer a otro popular resultante, en realidad, de su propio descubrimiento de la nación desde la izquierda y no en la descripción de ninguna corriente política real, con conciencia de tal, como el Nacionalismo. Paralelamente, con mucho mayor talento político y simpatía personal, Abelardo Ramos se acercó a algunos de nosotros a partir de la guerra de las Malvinas, pero nunca dijo que lo suyo era nacionalismo de izquierda, sino, a lo sumo, una "izquierda nacional". Quería seguramente sacarse de encima el sambenito de apátrida que se había ganado la izquierda oficial, socialista o comunista, con punto de partida en el internacionalismo marxista que, con lucidez, sabía imposible y fuente de innumerables traiciones al interés argentino. Tampoco el irigoyenismo ni el peronismo fueron, como lo quiere Norberto Galasso, un "nacionalismo popular". Primero, porque nunca se caracterizaron a sí mismos de ese modo (¡Cualquier día Perón iba a jugar abiertamente una carta que consideraba perdedora!). Pero, además, porque ninguna de esas posturas renunció a su liberalismo básico, ni filosófica, ni política, ni económica, ni socialmente; de manera que no deben los seudo-historiadores "desde afuera" atribuirles nada que ellos no hubieran reconocido. Concreta y elementalmente, ambos movimientos enseñaron e hicieron enseñar la historia argentina escrita para consumo y propaganda de la Argentina liberal que, aún con matices, contribuyeron a forjar. Hablar de nacionalismo de "derecha, con botas, sotanas y chiripá" es una sobresimplificación sólo atribuible a una mentalidad que oculta algo en esa falsa síntesis. Porque, por un lado, desconocer que fue sólo (y sólo) el Nacionalismo argentino el movimiento cultural que desentrañó la trama de la subordinación argentina a los intereses extranjeros (especialmente anglosajones), reivindicando a Rosas a través del revisionismo histórico que había fundado en medio de la hostilidad de (ahí sí) izquierdas y derechas liberales, resulta de extrema pequeñez intelectual. Como pequeñez resultaría, por otro, para cualquier argentino de bien, ignorar que fueron sacerdotes y militares quienes, junto a los civiles patriotas, nos dieron carácter e independencia como nación. Nacionalismo hay y ha habido uno solo. Es el enemigo público número uno del Régimen de dominación que, por eso, lo censura, lo persigue y lo silencia como a ninguna otra expresión política. Así fue despreciado tanto por el peronismo, como por el Proceso, como por los gobiernos de la "recuperación democrática". Porque, cada vez, denunció y actuó contra la enajenación física y/o espiritual de la patria. El nacionalismo no es de derecha ni de izquierda. El nacionalismo es la síntesis honesta entre un pueblo y su historia, que será la única posibilidad de supervivencia para la nación tan profundamente amenazada. Y, por lo mismo, así como entiende sin resentimiento ni prejuicios que ese pueblo está compuesto por hombres de múltiples orígenes, incluye también a curas y militares. Porque tiene la certeza de que sólo el sentido fundacional católico de una vida sagrada y honorable va a construir lo que los ilegítimos mandatarios nacidos del liberalismo y sus cómplices vienen destruyendo desde 1852.
Patria Argentina N° 204 – Noviembre de 2004.
Patria Argentina N° 204 – Noviembre de 2004.
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