16 de junio de 2018

La «ideología de género» contra el sexo


"No cabe duda de que los roles sociales de hombres y mujeres han cambiado radicalmente en el curso de las últimas décadas. Mediante la integración de una amplísima mayoría de mujeres en el sistema salarial se ha ido borrando progresivamente la frontera entre una esfera privada femenina y una esfera pública masculina..."


Entrevista a ALAIN DE BENOIST



«Esto ya no es una mujer», titulaba provocativamente la revista Éléments, inspirada por Alain de Benoist. Una más que femenina Brigitte Bardot lo desmentía en la portada. El debate sobre la teoría del género está bloqueado porque los partidarios de dicha ideología… niegan su existencia. Según el movimiento gay, nunca ha habido tal teoría, pues lo único que pretenden, según ellos, es luchar contra la discriminación. La teoría del género, explican los militantes homosexuales, ha sido inventada por el Vaticano para hacer creer que existe un complot gay con misteriosos y sórdidos objetivos. Finalmente, ¿existe o no existe la teoría del género?

¡Por supuesto que existe! Autores como Judith Butler, Eric Fassin, Monique Wittig y muchos más, ¿qué son, sino representantes de la teoría del género, es decir, adalides de una teoría que pretende que las identidades sexuales no dependen en absoluto del sexo biológico o de la pertenencia sexuada? Pero esta teoría no es tampoco el resultado de ningún “complot homosexual”. Se basa en la idea de que la identidad sexual se deriva de una pura “construcción social”. Afirma que no hay, en el momento de nacer, ninguna diferencia significativa entre los niños y las niñas (postulado de neutralidad); pretende que el individuo no debe nada a la naturaleza y puede construirse a sí mismo a partir de nada (fantasma de autoengendramiento).

En cuanto a la discriminación, hay formas muy distintas de luchar contra la misma. Si la discriminación consiste en tratar desigualmente a los hombres y a las mujeres, soy por supuesto el primero que quiere que desaparezca. Pero hay que saber si la igualdad debe comprenderse como sinónimo de la mismidad. Con otros términos, hay que saber si, para restablecer la igualdad entre los sexos, se tiene que hacer desaparecer la diferencia entre ellos, cosa que obviamente no creo en absoluto. Ocurre lo mismo con los “estereotipos”, que no son sino verdades estadísticas abusivamente generalizadas. La forma en que algunos se imaginan que, para “deconstruir los estereotipos”, hay que arremeter contra las nociones mismas de lo masculino y lo femenino, revela que, por más que pretendan lo contrario, quienes así piensan, se adhieren al postulado básico de la teoría del género.


Muchos y muy diversos son quienes luchan contra la teoría del género. Lo mismo ocurre con sus argumentos. ¿Se deberían, a su juicio, evitar ciertos argumentos que pudieran tener un objetivo erróneo o hacer el juego del enemigo al que pretenden combatir?

Hay, en efecto, diversas formas de criticar la ideología de género. En mi libro Les démons du bien [Los demonios del bien], mi crítica es de índole exclusivamente intelectual: estudio esta ideología para saber cuál es su valor en cuanto a la verdad, constato que es nulo y digo por qué. En los ambientes católicos lo que se hace no es tanto una crítica de este tipo, sino una crítica moral. Se basa en el postulado de que la teoría del género pretende legitimar comportamientos sexuales que se consideran, de entrada, “aberrantes” o “anormales”, empezando por la homosexualidad.

Estoy doblemente en desacuerdo con esta idea. En primer lugar –y éste es un punto fundamental–, pienso que la teoría del género no pretende tanto justificar tal o cual comportamiento sexual como negar la diferencia entre los sexos, lo cual no es en absoluto lo mismo. Con lo que sueñan no es con la homosexualidad, sino con la indistinción.

Por otra parte, yo no efectúo ningún juicio moral sobre las preferencias o las orientaciones sexuales. No veo en nombre de qué formularía semejante juicio. La homofobia, así pues, sólo es para mí una estupidez más entre otras muchas. Lo que, en cambio, me parece importante es recordar que lo masculino y lo femenino existen independientemente de las orientaciones sexuales. Los homosexuales no constituyen en modo alguno un “tercer sexo”, por la sencilla razón de que sólo hay dos sexos. Los gais y las lesbianas son hombres y mujeres como los demás, con la particularidad de que tienen preferencias sexuales propias y de carácter minoritario. Pero “minoritario” nunca ha querido decir “menos natural”: una norma estadística no es lo mismo que una norma moral. Con todo ello quiero decir que no soy de los que sólo critican la teoría del género con la esperanza de volver al viejo orden moral.


Si bien es una insensatez pretender que las diferencias entre hombres y mujeres no existen o son irrelevantes para los roles sociales que desempeñan, tal vez sea cierto que se deben repensar, hoy, las funciones sociales de los hombres y mujeres. ¿Está usted de acuerdo? Y en caso afirmativo, ¿cómo las repensaría?

No cabe duda de que los roles sociales de hombres y mujeres han cambiado radicalmente en el curso de las últimas décadas. Mediante la integración de una amplísima mayoría de mujeres en el sistema salarial se ha ido borrando progresivamente la frontera entre una esfera privada femenina y una esfera pública masculina. El acceso a la contracepción, la legalización del aborto o, incluso, la disyunción entre las responsabilidades familiares y las atribuciones de índole sexual les han dado a las mujeres libertades cuya conquista no lamento en lo más mínimo. ¡No soy ningún nostálgico del patriarcado a la antigua, el cual nunca fue tan insoportable como en la “Belle Époque” de la revolución industrial y del auge de la burguesía! Creo, en cambio, que algunas de estas libertades han resultado, en parte, ilusorias. La posibilidad ofrecida a las mujeres de trabajar fuera del hogar, por ejemplo, ha constituido a la vez una liberación y una alienación (a favor del sistema capitalista). Y a quienes más ha beneficiado la “revolución sexual” han sido, en últimas, a los hombres…

La cuestión es saber si esta transformación de las funciones sociales masculinas y femeninas debe implicar una negación o una desaparición de la feminidad y de la virilidad. No lo pienso en absoluto. La pertenencia sexuada no es sólo un asunto de órganos sexuales (el propio cerebro ya es sexuado al nacer), y la desexualización de hecho de un cierto número de roles y funciones no ha hecho desaparecer esa invariable antropológica que constituye la división del género humano en dos sexos. En el espacio y en el tiempo, en el ámbito de las diferentes culturas, los roles sociales masculinos y femeninos han ido evolucionando sin parar (es lo que se obstinan en no ver quienes razonan en términos esencialistas), pero esta evolución nunca ha puesto en tela de juicio el hecho de que los hombres y las mujeres no pertenecen ni al mismo sexo ni al mismo género.

Lo que hay que repensar es de qué forma distinta puede expresarse hoy en día lo masculino y lo femenino. El error, propagado por la teoría del género, sería creer que lo masculino y lo femenino deben, simplemente, dejar de expresarse al no corresponder ya a nada. Equivaldría ello a considerar que los hombres y las mujeres tienen que ser pensados en lo sucesivo como individuos abstractos y ya no como seres encarnados; es decir, haciendo abstracción del cuerpo y de la carne, de la seducción y de las relaciones sexuales. Como dice una feminista francesa muy hostil a la teoría del género, Camille Froidevaux–Metterie: “¿Por qué, después de haber sido tan sólo cuerpos, deberían hoy las mujeres vivir como si no tuvieran cuerpo?”


¿Cabe identificar en la teoría del género un problema más específico: el odio que siente esta sociedad por la figura del hombre, del macho y del padre?

Durante siglos, en la época del patriarcado, los valores femeninos han sido considerados constantemente inferiores a los masculinos. En la tradición cristiana, a menudo, la mujer ha sido asignada, simbólicamente al menos, al orden de la voluptuosidad, de la seducción y, por tanto, del pecado. Tertuliano veía en ella el “antro del diablo”. En la época clásica, las mujeres también fueron condenadas por “brujería”. Ahora se ha caído en el extremo inverso. Los valores tradicionalmente considerados femeninos (la sensibilidad, el espíritu de ayuda mutua y de cooperación, etc.) han sido colocados por encima de los valores masculinos. Todo lo que evoca la virilidad o la hombría despierta burlas, desdén, hostilidad… La noción de autoridad está desacreditada en su principio mismo… por más que siga omnipresente en la vida real. Al mismo tiempo, el niño (al que en el pasado siempre se le consideraba más carnalmente ligado a su madre que a su padre) es objeto de una idolatría sin precedentes. Antaño, el crimen supremo era el parricidio; hoy es el infanticidio. Esta situación no es preferible al antiguo reino de lo masculino. Constituye, en realidad, su simétrica inversión. No se sale del desequilibrio sustituyendo el patriarcado por el matriarcado.

Lo que resulta particularmente inquietante en el desmoronamiento de la figura paterna es que el padre ya no puede desempeñar el papel que normalmente le corresponde: encarnar la Ley simbólica que le permite al niño poner término a la “fusión materna” propia de la primera infancia; o lo que es lo mismo: entrar en la edad adulta. La quiebra de los valores viriles les lleva a los hombres a dudar de sí mismos, lo cual deteriora gravemente las relaciones entre los sexos. El hundimiento de la función paterna produce una generación de inmaduros narcisistas que nunca consiguen resolver su complejo de Edipo. Esta evolución es uno de los aspectos centrales de la sociedad posmoderna que tenemos a la vista.


Sobre el tema del “matrimonio para todos”…

El “matrimonio para todos” es reclamado por la minoría de una minoría, que representa un total de menos del 1% de la población. En España, donde el matrimonio gay fue legalizado en 2005, el matrimonio entre individuos del mismo sexo representa sólo el 0,6% del conjunto de matrimonios. La ideología de género (“gender”) concierne a todo el mundo. En la medida en que ella pretende que los niños son, en el momento de su nacimiento, “neutros” desde el punto de vista sexual, o cuando afirma que el sexo biológico no potencia para nada las preferencias sexuales de la mayoría de los individuos, y que el sexo (sólo hay dos) debe ser reemplazado por el “género” (habría una multitud, constituyendo otras tantas “normas” que los poderes públicos habrían de institucionalizar), esta ideología conduciría, de hecho, a negar la alteridad sexual, los que terminaría en un confusionismo total. La ideología de género se inscribe en una ficción de libertad incondicionada, de creación de uno mismo a partir de la nada. Con ella, no se trata de liberar el sexo, sino de liberarse del sexo. No lo veo, sin embargo, como hace el Vaticano, como un medio desviado de “legitimar la homosexualidad”, que parece, como poco, bastante simplista.

Añadiría que, en un país donde dos de cada tres niños nacen ahora fuera del matrimonio, no se puede decir que los heterosexuales aparezcan hoy como los más creíbles campeones del “matrimonio tradicional” (que no es, en realidad, sino el matrimonio republicano). Actualmente, sin embargo, no hay nadie más que los “curas” y los “homos” (que a veces son los mismos) que quieran poder casarse. En cuanto a mi posición personal, ésta se resume en una fórmula: estoy por el matrimonio homosexual y contra el matrimonio de los homosexuales. Hablando claramente, pienso que el matrimonio clásico, en la medida en que es una institución fundada sobre una presunción de procreación, como lo muestra su etimología (del latín “matrimonium”, derivado de “mater”, madre), deber ser reservado a las parejas heterosexuales, pero no soy nada hostil a un contrato de unión civil que permita a dos personas del mismo sexo perpetuar, al menos formalmente, su unión. Soy favorable, además, a la adopción para todos, pero hostil a la adopción plena en el caso de parejas homosexuales. En efecto, en lo que concierne al matrimonio, todo es asunto de definición: o vemos un contrato entre dos individuos, o vemos una especie de alianza entre dos linajes distintos. Porque no son la misma cosa.


Después de años de lucha, ¿qué balance podemos sacar del feminismo?

Un balance necesariamente de contraste, por la excelente razón de que el feminismo, en sí mismo, no significa gran cosa. Ha habido siempre, de hecho, dos grandes tendencias en el interior del movimiento feminista. La primera, que denomino “feminismo identitario y diferencialista”, buscan ante todo defender, promover y revalorizar lo femenino por relación a los valores masculinos impuestos por siglos de “patriarcado”. No sólo lo femenino no es negado, sino que, por el contrario, es proclamado su igual valor con lo masculino. Esta tendencia, ciertamente, ha conocido excesos, a veces llegando a caer en la misandria (en la década de 1960, algunas feministas americanas llegaron a decir que “una mujer tiene la misma necesidad de un hombre que un pez de una bicicleta”). Al menos no cuestionan la distinción entre los sexos. Encuentro este feminismo bastante simpático. Es este feminismo el que debe hacer avanzar realmente la condición femenina.

La segunda tendencia, que podemos llamar “feminismo igualitario y universalista”, es bien diferente. Lejos de buscar la revalorización de lo femenino, considera que es, por el contrario, el reconocimiento de la diferencia de los sexos lo que ha permitido al “patriarcado” imponerse. La diferencia es así tan tenue como indisociable de la dominación, mientras la igualdad es, a la inversa, puesta como sinónimo de indiferenciación o de la mismidad. Entramos, por tanto, en otro registro. Para hacer desaparecer el “sexismo”, habría que hacer desaparecer la distinción entre los sexos (igual que para hacer desaparecer el racismo hay que negar la existencia de las razas) –y sobre todo negar su natural complementariedad. Así, las mujeres no debería concebir más su identidad sobre el modo de pertenencia (al sexo femenino), sino sobre sus derechos en tanto que sujetos individuales abstractos.

Como dijo la ultrafeminista Monique Wittig, “se trata de destruir el sexo para acceder al estatuto de hombre universal” En otras palabras, las mujeres son hombres como los otros. Es, evidentemente, de esta segunda tendencia de la que nación la teoría de género.


¿Es forzosamente necesario ser feminista para ser una auténtica mujer?

Habría que ponerse de acuerdo sobre lo que es una “verdadera mujer”. Raymond Abellio distinguía tres grandes tipos de mujer: las mujeres “originales” (las más numerosas), las mujeres “viriles” y las mujeres “últimas”. Él interpretaba el feminismo como un movimiento de movilización de las primeras por las segundas. Lo que es seguro es que se puede ser feminista en sentido identitario sin serlo en sentido universalista. La cuestión que se plantea, sin embargo, es saber si la segunda tendencia mencionada antes todavía puede ser calificada de “feminista”. Si no hay más sujetos que hombres y mujeres, si el recurso al “género” permite desconectar lo masculino y lo femenino de su sexo, no vemos cómo la teoría de género puede todavía ser considerada como “feminista”, es decir, ¿qué caracteriza a las mujeres en tanto que mujeres?. ¿Cómo podrían las mujeres seguir siendo mujeres liberándose de lo femenino? Tales son, precisamente, las cuestiones que ponen en duda las feministas más hostiles a la ideología de género, como Sylviane Agacinski o Camille Froidevaux–Metterie.


Hoy, las Femen... ¿es suficiente mostrar sus pechos para hacer avanzar la causa femenina?

Si tal fuera el caso, la condición femenina, después de varias décadas, ¡habría dado un extraordinario paso hacia adelante! Pero en el mundo actual, la exhibición de un par de senos es de una tremenda banalidad. Igual que en las playas el monokini está pasado de moda. Exhibiendo sus pechos por todas las partes, las Femen, venidas de Ucrania, ingenuamente imaginaron que iban a causar cierta impresión. Pero ellas sólo hacen sonreír. Diciendo que creían que, para hacerse entender, tuvieron que recurrir a lo que algunos sociólogos llaman “la hostil desnudez”, una desnudez que no es concebida como medio de atraer, de seducir o de provocar el deseo, sino como un agresivo desafío, una especie de proclamación frente al enemigo. Este tipo de práctica revela un pobre exhibicionismo en el que se resume actualmente una gran parte de la sociabilidad occidental, la cual consiste en usar su cuerpo como una mercancía. ¡Las desafortunadas Femen pronto se olvidarán porque nadie se preocupará ya de sus tetas!

Pero sería un error creer que ellas tienen el apoyo de las feministas. Aparte de Caroline Fourest, notoria y amorosamente caída en los brazos de Inna Shevchenko, la mayoría de las feministas han tomado rápidamente sus distancias frente a estas exhibicionistas, a las que reprochan utilizar sus cuerpos y hacer una llamada a una “política de telegenia”, para movilizar la atención mediática, a riesgo de legitimar indirectamente el reconocimiento de las diferencias entre los sexos –claramente, de hacer un uso de sus glándulas mamarias conforme con los “estereotipos”. Otros activistas se opusieron a la exhibición de los senos, que en lugar de afirmar la superioridad de la desnudez, ellas harían mejor en defender la libertad de las mujeres a vestirse como ellas quieran. Hay que leer, en este contexto, el artículo de Mona Chollet titulado “Femen por todas partes, feminismo por ninguna” En cuanto a las reivindicaciones propiamente feministas de las Femen, ¡todavía las están buscando!


Entrevista efectuada por Adriano Scianca.
Traducción de Jesús Sebastián

4 de junio de 2018

El Loby judío y una voz silenciada




Norman Finkelstein

UNA VOZ SILENCIADA

El intelectual judío que lo perdió todo por criticar a Israel

Las polémicas de Finkelstein contra el poderoso lobi proisraelí en EEUU han arruinado su carrera

RICARDO MIR DE FRANCIA


Norman Finkelstein vive solo en un pequeño apartamento de Coney Island, un barrio obrero de población inmigrante a una hora de Manhattan. Es la una de la tarde cuando suena el timbre. Una voz quebradiza pregunta quién llama y abre la puerta en pantalón de pijama y sin camiseta. "Estoy agotado, me había olvidado de la entrevista", dice disculpándose. Apenas ha dormido en toda la noche y parece desorientado. A las tres de la mañana estaba en pie para leer sobre los últimos acontecimientos en Gaza, territorio al que ha dedicado su último libro: Gaza, investigación sobre su martirio. El libro es número uno en ventas de Amazon en dos categorías. Ha sido aclamado por los grandes referentes en la materia, pero después de décadas combatiendo la narrativa que Israel y sus aliados propagan para seguir sometiendo a los palestinos, Finkelstein parece un hombre derrotado.


En Estados Unidos, denunciar sin eufemismos las políticas de Israel es un ejercicio de alto riesgo. Un campo de minas plagado de tabús y líneas rojas. Y este académico judío de 64 años, hijo de supervivientes del gueto de Varsovia y los campos de exterminio nazi, las ha pisado todas. "Tengo reputación de ser un inconsciente y un salvaje, pero hago las cosas de forma muy premeditada. Sé exactamente cuáles serán las consecuencias de cada palabra que digo", dice en el comedor de su casa. Su estilo combina un rigor casi forense por los hechos con la indignación moral de los viejos intelectuales. En sus libros ha detallado las violaciones israelís de los derechos humanos en los territorios ocupados y ha impugnado lo que llama la ‘Industria del Holocausto’, su obra más polémica.

Así ha descrito a una serie de instituciones e individuos a los que acusa de haberse apropiado de las atrocidades nazis para enriquecerse y explotarlas con fines ideológicos para "victimizar a Israel", “justificar sus políticas criminales” y blindarlo ante la crítica. No ha dejado tótem sin descabezar. Ha acusado de “corrupción moral” al escritor Elie Wiesel, el historiador Bernard Lewis, el abogado Alan Dershowitz, la Liga Antidifamación o el Congreso Mundial Judío. El precio ha sido altísimo. Le han llamado "veneno", "asqueroso judío que se odia a sí mismo" o "negacionista del Holocausto", cuando toda su familia (salvo sus padres) fue vapuleada en los campos. Pero, sobre todo, han logrado condenarle al más profundo ostracismo.

Campaña demoledora

Tras una demoledora campaña de presión por parte del lobi proisraelí, la Universidad de DePaul (Chicago) en la que daba clases decidió cesarle en el 2007. De nada sirvió el apoyo mayoritario del resto de profesores o las huelgas de hambre de algunos estudiantes. La propia universidad llegó a reconocer tácitamente que el cese respondía a motivos políticos al describir a Finkelstein como un "académico prolífico y un extraordinario profesor".

Desde entonces no ha podido volver a enseñar en las universidades de su país y ha sido expulsado del circuito de conferencias. El que era junto a Noam Chomsky y Edward Said la voz más respetada de los derechos palestinos en EEUU ha acabado ninguneado como un paria. “He pagado un doble precio”, reflexiona ahora. "Llevo desempleado 11 años. Solo di clases durante cuatro semanas en Turquía, lo que financieramente y moralmente es muy duro porque me encanta enseñar".

El otro tiene que ver con su completa exclusión del debate público. Su libro sobre Gaza salió en enero y, aunque la situación en la Franja ha copado semanas de titulares por la matanza de palestinos desarmados en sus fronteras, la prensa estadounidense le ha ignorado completamente. "A tenor de las principales autoridades en la materia, mi libro es el mejor nunca publicado sobre el tema, pero no he recibido una sola reseña en los medios. La única llegó hace tres semanas. Tampoco me ha llamado un solo periodista para preguntarme mi opinión". (El noticiario Democracy Now le llamó el mismo día de nuestra entrevista).

Gaza un campo de concentración

Lo más paradójico de todo es que las posiciones de Finkelstein sobre el conflicto no son particularmente radicales. Defiende los dos estados, critica la campaña de boicot contra Israel y promueve el uso de la no violencia contra la ocupación. “El problema no son mis posiciones políticas, sino mi rechazo a diluir los hechos para que sean más digeribles para el público. De ahí que no diga que Israel usa una fuerza desproporcionada en Gaza. Digo que dispara deliberadamente contra civiles, que no tiene derecho a encerrar a su población en un campo de concentración o que está envenenando a un millón de niños. Es así, son hechos”.

Su análisis raramente aventura conclusiones gratuitas. Bebe de los informes de la ONU, el derecho internacional y las declaraciones de los protagonistas del conflicto. Finkelstein recuerda que fue el británico David Cameron quien definió Gaza como "una cárcel al aire libre" tras la imposición del bloqueo en el 2006, ilegal según la ONU por ser una forma de castigo colectivo. O que el 97% del agua de la Franja está contaminada, según varios estudios. La prestigiosa economista de Harvard, Sara Roy, ha escrito que, a consecuencia de la periódica destrucción israelí y el veto a la entrada de materiales para la reconstrucción, "seres humanos inocentes, la mayoría jóvenes, están siendo lentamente envenenados por el agua que beben".

Hechos como estos o que Gaza será "inhabitable" en el 2020 si no se abren las fronteras, pasan de puntillas o no se publican en la prensa norteamericana. Finkelstein lo atribuye parcialmente a las mismas fuerzas que han arruinado su carrera. "Hay un lobi proisraelí muy efectivo y bien financiado que es absolutamente despiadado. Es la vieja mafia que te rompía las rodillas, pero lo hace de una forma nueva. Destruye tu reputación, te calumnia, te difama y te humilla de la forma más abyecta".

Dejar de escribir

En su caso, lo ha conseguido. Dice que ha dejado de escribir. Y no hay que ser psiquiatra para adivinar el momento por el que atraviesa. "Lo más difícil es levantarte por las mañanas porque tienes que buscar una excusa para tu vida". Tampoco puede viajar a Palestina porque Israel le prohibió la entrada en el 2008 tras expresar su solidaridad con la milicia libanesa de Hizbulá. "Estoy muy resentido por lo que ha pasado, pero volvería a hacerlo. Me siento libre y digo lo que pienso", dice recuperando el fuego con el que se enfrentó a gigantes y fariseos sin achicarse ante las consecuencias.

Antes de despedirse, busca un vídeo en Youtube con imágenes de su trayectoria y música de Pete Seeger al clásico alemán Die gedanken sind frei (Los pensamientos son libres). Y ya de pie, como si lloviera finalmente sobre el desierto, canta como un profeta desnudo liberado de su martirio. "Mis pensamientos me dan poder/ Ningún erudito puede cartografiarlos/ Ningún cazador puede atraparlos/ Ningún hombre puede negarlos".

fuente: elperiodico.com/es/

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Si éso pasa en a "gran democracia del Norte" que podemos esperar nosotros en njestra Banana Republik.
Úrsula Vargues primero, y Esmeralda Mitre después, ya lo han podido comprobar:

Úrsula Vargues: "El mejor ejemplo de que lo que yo dije es cierto, es que no tengo trabajo"


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1 de junio de 2018

Feminismo o Abortismo



El que quiera entender que entienda




Verónica Camargo, mamá de Chiara Paez 
(foto: Lucía Merle) 

El feminismo, entendido como movimiento para luchar por los derechos de las mujeres (igualdad política, acceso a la educación y al trabajo, etc,) se ha ido trasformando en abortismo. El derecho al aborto pasó a ser un tema casi excluyente en el feminismo actual. Incluso en movimientos como #NiUnaMenos, que nacieron contra la violencia de género. La mamá de Chiara Pérez, la chica de 14 años asesinada estando embarazada, y dio origen a ese movimiento, declaró que ya no se siente representada por el mismo.

No es casual que ese feminismo sea promovido en todos los países y cuente con grandes recursos provenientes de fundaciones sostenidas por grandes corporaciones (ej. Fundación Ford), o filántropos (tipo Soros o Rockefeller) y sea canalizado hacia toda una red de ONG's  supuestamente preocupadas por los derechos y la salud de la mujer.  Cuentan también con el apoyo entusiasta de una miríada de voluntarios que se consideran progresistas, e incluso revolucionarios que creen que están combatiendo al capitalismo que los financia.

Tampoco es casual que el tema del aborto haya sido traído a debate no por un gobierno progresista, como se autocalificaba el kirchnerismo, sino por otro mucho más sensible a los requerimientos de los organismos internacionales tipo FMI, Banco Mundial, etc.

En el debate sobre el aborto se van viendo los jugadores e intereses que representan. Algunos abiertamente a favor, como es naturalmente Página12, el diario progre, y otros, como Clarín, de manera más solapada.

Algunas notas:

La cara verdadera del gobierno (o sea, del FMI)

El aborto legal tuvo un fuerte apoyo del ministro de Salud en el cierre del debate  "El aborto existe, no lo podemos soslayar", dijo Rubinstein. Y aseguró que la ley sería beneficiosa para la salud pública..."


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Padre Pepe Di Paola, 
de Villa 21 de Barracas

“No es inocente que este año se instale el aborto desde la política para acercarse a aquel que promueve en todo el mundo el aborto que es el FMI”
...“Aborto es sinónimo de FMI le guste o no al mundo conservador, que no ve con malos ojos que los pobres tengan menos cantidad de hijos o que no los tengan, y también al mundo pseudo progresista, que levanta banderas de presunta libertad sabiendo que este genocidio es inspirado y promovido por el FMI




Verónica Camargo, la mamá de Chiara Paez, la chica de 14 años asesinada, dijo que ya no se siente parte del movimiento #NiUnaMenos, que inició el crimen de su hija.

"Las chicas sufren violencia y presión de los hombres que no quieren hacerse cargo. Ese fue el caso de Chiara y su bebé", observó.
..."Los problemas deben solucionarse por sus verdaderas causas: una educación, evitar la pobreza, la salud pública, un buen sistema judicial que ponga penas severas en casos de abuso y maltrato. También las familias debemos ocuparnos"

Ver: