"...Aquí, todos los medios que responden al capital financiero global definieron en horas lo que pasó aquel carnaval en Palermo. Es decir, para que quede clara la redacción, la totalidad de los medios, que se debaten entre ser claramente financiados por esa fracción parasitaria del capital y los que temen pasar por las horcas caudinas de sus “colaboradoras”, “editoras de género”, “cupo feminista”, silenciaron la verdad y dejaron que se impusiera esta mentira..."
Carlos Balmaceda
22-12-2026
DE 20 AÑOS A 6. SE VA A CAER
“La prueba clave fueron los múltiples videos de cámaras de seguridad que registraron todo el derrotero del grupo con la víctima durante nueve horas”, dice Vágina 12. Primera fake news. En realidad, la prueba que demuestra la inocencia de los acusados es un video de por lo menos tres horas de duración, que la youtuber Valentina Ortiz desmenuzó a conciencia, demostrando que no hubo ni violación ni cooptación de una presunta “víctima”.
Recordemos el caso: ocurrió el 28 de febrero de 2022, y la “víctima” había salido con un amigo a las 5 de la madrugada camino a Palermo Hollywood. Absurdamente, en la cadena de sinsentido de aquella noche que comparten por partes iguales “abusada” y “abusadores”, la mujer pierde a su amigo y decide quedarse en un local en compañía de desconocidos, con los que comparte charla, alcohol y sustancias ilegales.
Luego, van a una plaza, y después, al auto de uno de los “abusadores”. Allí, alguno toca la guitarra, ya avanzado el día, lo que alerta y molesta a una panadera del lugar, de reconocida fama en la zona como mentirosa y estafadora, que decide llamar a la policía para informar de una “violación”.
El video de Valentina muestra que la chica sale del auto cuando quiere, que de hecho se podría haber retirado de allí (aquí otra mentira de Vágina 12, que afirma que fue “retenida”) que incluso en algún momento de la jornada, son los panaderos los que la agreden, y que, desde el momento en el que es “cooptada”, la “víctima” está a su voluntad e incluso a su gusto. Previo a la estancia en el auto, será ella la que llevará la iniciativa para abrazar y hasta besar a uno de sus “violadores”, algo que desmiente lo que afirmará después, tal vez por consejo de algún abogado femirulo, acerca de su condición de lesbiana.
En definitiva, la policía llega, detiene a los “autores” y a partir de allí se desata la cacería mediática más grande de la que se tenga memoria. Habrá marchas de mujeres cantando “como a los nazis les va a pasar…” lo que nos habla del desplazamiento politizado de los juicios por lesa humanidad, a casos de presuntos abusos, equiparando así la figura del genocida a la de cualquier varón, que según la terminología, aquí sí nazi del femirulismo, es desde que nace, un “hijo sano del patriarcado”.
Eso será precisamente lo que dirá Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de Mujeres y Coso, al otro día, y lo que fogonearán los medios de comunicación, que llegarán al extremo de convocar grafólogos para “descubrir” en la letra de los señalados sus rasgos más perversos.
No será un dato menor la pertenencia de dos o tres de ellos a las usinas del femirulismo (uno era asesor de un bloque de concejales en Vicente López, otros dos pertenecían a la Universidad de San Martín, cuyas revistas insignia, Anfibia y Cosecha roja, están financiadas por George Soros, tal como lo informó detalladamente el periodista Conrado Yasenza), lo que volvió al caso paradójico y al mismo tiempo ayudó a los sectores opositores a embestir por este flanco al gobierno femirulo de Alberto Fernández.
“La manada de Palermo”, como las de Florencio Varela, o la de Pilar, están inspiradas en la inicial “manada de Pamplona” o la de la Arandina, ambas de España, lugar donde se inicia la cadena de dislate y androfobia que hoy padecen en Argentina decenas de miles de varones.
Aquí, todos los medios que responden al capital financiero global definieron en horas lo que pasó aquel carnaval en Palermo. Es decir, para que quede clara la redacción, la totalidad de los medios, que se debaten entre ser claramente financiados por esa fracción parasitaria del capital y los que temen pasar por las horcas caudinas de sus “colaboradoras”, “editoras de género”, “cupo feminista”, silenciaron la verdad y dejaron que se impusiera esta mentira.
Las familias de los acusados fueron agredidas, perdieron sus trabajos, las repudiaron públicamente, gracias al movimiento totalitario que aquí bautizamos femirulismo, y, en nombre de esta gran venganza de género, estos muchachos pudieron haber perdido sus vidas por completo en la cárcel.
Por supuesto que si hablamos de condenas, de situaciones que les dieron vuelta la existencia como una media, las consecuencias son de todos modos siniestras, pero para lo que veníamos viendo, este juicio, con una carga mediática abrumadora, termina con un desenlace casi alentador.
Saquemos cuentas: de los seis, dos son condenados a seis años; dos, a uno y otros dos absueltos.
Primera conclusión: según el veredicto, gracias a la prisión preventiva que se aplica siempre a presuntos violadores, como en este caso, víctima de falsas acusaciones, hay dos varones que cumplieron su condena hace un año, y dos que jamás debieron pisar ni el umbral de una cárcel.
A Emanuel Suárez, condenado hace semanas a 12 años y medio de cárcel en Rafaela, le negaron la prisión preventiva, extendiéndola más allá de los dos años de rigor, aunque no había riesgo de fuga, e incluso se detalló la posibilidad de trabajar en un local contiguo a la vivienda de un pariente.
A menudo, ladrones, narcos y hasta homicidas zafan de la prisión preventiva, pero los miles de varones arrastrados a la locura de género, no.
En este caso, el relato inventado por la “víctima” y los medios, infló la noticia hasta el paroxismo, y entonces, la sociedad estuvo en vilo durante meses, ratificando así que no hay peor crimen que un abuso, lo que puede ser más o menos cierto cuando ocurre, pero no cuando lo que se produjo es una redonda mentira.
El único rastro material recogido es el esperma de uno de los acusados, que, por otra parte, jamás forzó a la “víctima”. El absurdo llega a tal grado que a uno de los que se queda en la vereda tocando la guitarra, se lo consideró “partícipe secundario”.
Ahora bien, si comparamos con algunos casos clásicos, las condenas para los que más duramente ha caído esta mentira sobre sus cabezas, son leves. Veamos por qué.
- Luis Rodríguez, de Bahía Blanca, acusado por su hijastra de abuso (denuncia que tuvo que potenciar después de que en principio fuera desestimada y sumar a una prima que solo sería testigo) fue condenado a 20 años.
- Lucas Puig, docente de nivel inicial absuelto en un primer juicio, fue condenado a 35 años en un segundo juicio.
- Juan Matías Bongiovanni fue condenado a 10 años por dos acusaciones que solo se sostienen en un respectivo hecho único para las dos “víctimas” y que –de ser verdad, que no lo es-, se trataría de un abuso simple.
- Joshua Suazo, de Bahía Blanca, a 8 años, por una flagrante mentira que la propia “víctima” anunció que concretaría con bombos y platillos.
Que con el carnaval mediático producido, marchas y agresiones a los familiares, este caso se cerrara así, indica que la mentira se ha empezado a caer. La querella pedía 20 años, la fiscalía, 13, y terminamos en una pena que en un año y medio más le permitirá a los condenados cumplir salidas transitorias. La mayoría, los otros cuatro, afuera hoy mismo, espero que para contar su verdad, a la que prestaré, si me lo permiten, oreja, difusión y apoyo.
Se empezó a caer la mentira y no es por Milei, que entre sus 300 leyes derogadas cerró el culo, como el globalista de mierda que es, a todo lo que tenga que ver con el género.
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Fuente: Carlos Balmaceda
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