"El documental de Webster hubiera estado cerca de la perfección si hubiera contado, por ejemplo, con el testimonio de Ronald Noble, el ex miembro del Secret Service de los Estados Unidos y ex jefe de Interpol que calificó a Nisman de «mentiroso» tras certificar que el fallecido canciller Héctor Timerman (que se despide en el documental ratificando su amor a la Argentina) no sólo no había pedido que se levantaran las alertas rojas sobre los altos funcionarios iraníes a los que Nisman acusaba de haber ordenado la voladura de la AMIA sino que, por el contrario, se había comunicado con él para asegurarse de que no se levantaran."
CASO NISMAN. La polémica que provocó el documental de Netflix pone en valor el atentado a la AMIA
Juan José Salinas
11/01/2020
Acerca del documental sobre el Caso Nisman, “El fiscal, La presidenta y el espía”:
Quien quiere entender, entiende
La discusión sobre el Memorándum con Irán encubre la muerte del fiscal, y la discusión sobre la muerte del fiscal encubre la falta de investigación pasa establecer quiénes y por qué volaron la AMIA, concluyó el ex fiscal Luis Moreno Ocampo. El único secreto significativo que subsiste es por qué Stiuso no le avisó a Nisman que había denunciado como falsario al supuesto superagente Allan Bogado.
El estreno del documental sobre el fiscal Natalio Alberto Nisman y su controvertida muerte, hecho por la barcelonesa JW Producciones para Netflix, contiene impactantes hallazgos, como la aparición pública de Antonio Horacio “Jaime” Stiuso, quien había sido durante la última década y media anterior el más importante de los espías argentinos y también había sido el autor en las sombras del insustancial borrador que Nisman presentó a la justicia acusando a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), a su canciller, Héctor Timerman (cuya participación, ya agonizante, es otro punto fuerte de la serie de seis capítulos) y a un grupo de militantes peronistas de “traición a la patria” por supuestamente encubrir a los (presuntos) instigadores del atentado a la AMIA-DAIA… al haber firmado un “Memorándum de Entendimiento” con Irán, ratificado por ambas cámaras del Congreso, a fin de que Nisman y el juez Rodolfo Canicoba Corral pudieran tomarles declaración indagatoria a los acusados viajando a Teherán.
Stiuso acudió a la cita con Justin Webster y Martín Rocca con talante sobrador y, como se verá, salió trasquilado.
Otro gran hallazgo fue el de Ramón Allan Bogado, un misionero, ex agente inorgánico de la SIDE, originalmente a las órdenes de Stiuso… aunque quepa la sospecha de que antes de la muerte de Nisman pudiera haber pasado a reportar a un rival de Stiuso dentro de la disuelta SIDE, ya reconvertida en Agencia Federal de Inteligencia, AFI. Lo que el propio Bogado definió como que “era otra inteligencia” al servicio de la Casa Rosada. De ser así, ello quizá pudiera explicar porque Stiuso lo había denunciado ante la justicia dos mes y días antes de la muerte de Nisman como un falsario que se había presentado ante autoridades de la Aduana como agente del organismo sin serlo, pero aun así no explicaría por qué Stiuso no puso al tanto de su denuncia a Nisman, cuya estruendosa acusación a CFK y Timerman se basó en que Bogado era un superagente de contacto personal con la Presidenta, dedicado a proporcionarles todo tipo de informaciones (incluso de él y de su familia) a los protervos ayatolás iraníes con el único objetivo de volver papel mojado las acusaciones que contra ellos había levantado, de modo de que se cayeran las alertas rojas que ordenaban la detención preventiva de los inculpados apenas abandonaran la República Islámica. Sin embargo no había evidencia alguna de que el misionero Bogado hubiera entrado alguna vez a la Casa Rosada ni salido del país (excepto al Paraguay) ni tenido contactos con algún verdadero iraní.
Bogado, que denunció al secretario general de la Presidencia de Macri de Fernando De Andreis de amenazarlo para que acusara a CFK de delinquir si no quería ir preso, ha dado en las últimas horas variadas explicaciones complementarias sin contradecirse. En el documental destaca que Stiuso no puede explicar por qué no le avisó a Nisman que lo había denunciado, “detalle” que –junto con la aparición en escena del ex jefe de Interpol Ronald Noble, tachándolo de “mentiroso” por haber afirmado que Timerman le había pedido la anulación de las alertas rojas– dejaron al fiscal “colgado del pincel” y sumido en la más negra desesperación (”estoy hecho mierda” le escribió a la madre de sus hijas, la jueza federal Sandra Arroyo Corral) ante la certeza de que no tenía posibilidades de salir bien parado en su anunciada presentación en la Cámara de Diputados sino que se hundiría en el ridículo, y de inmediato quedarían expuestos sus chanchullos y no sólo dejaría de ser fiscal, sino que probablemente acabaría en la cárcel, tal como expliqué en Caso Nisman, secretos inconfesables (Punto de Encuentro).
Un chasco que no esperaban
El estreno del documental de Justin Webster provocó agudas controversias. La derecha neoliberal tributaria del eje EEUU-Israel lo esperaba convencida de que apuntalaría la temblorosa Historia Oficial y sufrió un enorme desengaño. Hecho con la evidente intención de no espantar a potenciales espectadores, pensaran como pensaran, para ellos fue una enorme desilusión, aunque, paradójicamente, también concitó las críticas de quienes esperaban que fuera más taxativo y ratificara lo que es vox populi desde la aparición del ¿Quien mató a Nisman? de Pablo Duggan, esto es que Nisman murió por un autodisparo y no hay la menor evidencia de que en ese baño hubiera otra persona. Sin embargo, los realizadores, que parecen haber sufrido presiones y dejaron de lado algunos de los aportes más tajantes en este sentido –como el de quien escribe, que colaboró en la producción– se las ingeniaron para eludir aquellas prsiones con una paleta de testimonios que permiten que el espectador atento forje sus propias conclusiones. En especial porque los testimonios más contundentes que se incluyeron provienen de agentes de la CIA y el FBI, ex funcionarios del gobierno de Mauricio Macri y otras figuras muy pero muy distantes del gobierno de CFK.
El carozo del asunto
Ex fiscal en el juicio a las juntas militares de la dictadura y luego fiscal general de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, metió el dedo en la llaga: «Me gustaría que se volviera al eje: investigar el atentado a la AMIA. Con investigar a Nisman me parece que no hacemos nada. Los crímenes serios no se investigan. Investigamos cosas que no son el foco y nos perdemos el foco».
Mario Cimadevilla, un ex senador radical por Chubut que el presidente Macri puso al frente de la Unidad AMIA del Poder Ejecutivo (y que relevó cuando no se prestó a seguir sosteniendo la Historia Oficial) concluyó que «la teoría de un coche-bomba con un piloto suicida es una teoría instalada por servicios de inteligencia», agregando que «A lo mejor a alguno le convenía que esto quede impune y queden como sospechosos determinados países».
No Trafic
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Lo que quedó de la Trafic |
Una digresión imprescindible: No hay prueba alguna de que haya intervenido en la voladura de la AMIA (dos explosiones) ningún vehículo-bomba. Como en el caso de la Embajada de Israel, NADIE vio ninguna camioneta-bomba y por cierto los vehículos que sirven como vectores de explosivos no se evaporan en el aire y SIEMPRE, por retorcidos y quemados que queden pueden ser reconocidos a simple vista. En el caso de la AMIA y a instancias de la esposa de un comisario de Bomberos (cuyo Departamento de Explosivos estaba más sucio que una papa) se presentó a declarar una enfermera, María Nicolasa Romero, que dijo haber visto una Trafic beige (los restos de chapa que aparecieron eran blancos) que venía por la calle Tucumán y que al doblar hacia Pasteur le pasó muy cerca… como si estuviéramos en Londres y los autos tuvieran el volante a la derecha. Aquella mañana, María Nicolasa estaba acompañado por una hermana que dijo no haber visto nada. Una de las perlas del documental es que muestra por primera vez a la enfermera (que nunca había querido aparecer en público) declarando en el juicio y en el momento en que le presentan un identikit supuestamente hecho a partir de sus indicaciones, identikit que ella no reconoce en absoluto.
No sólo hubo una sino al menos dos Trafics que intervinieron en los prolegómenos de atentado, pero lo hicieron como señuelos, a fin de desviar las investigaciones. La supuesta Trafic-bomba es la piedra basal del encubrimiento… a la que los dirigentes de la DAIA extorsionados, el gobierno de Israel y sus acólitos nativos se apresuraron a convalidar porque no quieren por nada del mundo que se sepa quienes, cómo y por qué detonaron las bombas.
No Irán
Respecto a la supuesta responsabilidad de Irán en el atentado, el agente especial del FBI James Bernazzina, quién vino a Buenos Aires a comienzos de 1997 a supervisar la investigación (si, la Argentina habia vuelto a tener un status semicolonial, luego renovado y reforzado por el gobierno saliente) reconoció que «no encontramos ninguna información (válida) acerca de la (supuesta) complicidad del gobierno iraní en el atentado”.
Y Ross Newland, ex jefe de la estación de la CIA en Buenos Aires coincidió: «Nunca tuvimos ninguna información que indicara que irán lo hizo. (Que lo haya hecho) porque frenaron el desarrollo de su tecnología nuclear es (apenas una) especulación.»
Es bueno recordar que durante años y antes de venderse a la prensa hegemónica y enmudecer, Jorge Lanata y Gabriel Levinas habían impugnado la existencia de vehículos-bomba en ambos atentados y proclamado que no había pruebas contra Irán. Como puede apreciarse, todos los citados hasta aqui son testimonios de personas con las que ni quien escribe ni CFK ni los ex funcionarios de su gobierno tienen la menor afinidad.
Otra digresión: La mayor acusación –si es que puede llamarse así– verificable que se encuentra en el expediente judicial contra Irán es que el entonces agregado cultural de su embajada, el clérigo Moshen Rabbani hizo el viernes 15 de julio de 1994 una llamada telefónica desde su movistar tipo “ladrillo” a su mezquita desde algún lugar más o menos cercano (en aquellas épocas, cuando la telefonía celular estaba en pañales, las celdas abarcaban mucha superficie) al estacionamiento en el cual ese día unos muchachos de San Telmo (uno de los cuales era policía federal) estacionaron en medio de gran alharaca una camioneta Trafic que la Historia Oficial afirma fue utilizada tres días más tarde como vehículo-bomba. ¿Qué tiene de raro que un párroco llame a su parroquia?
El estreno del documental de Justin Webster hizo que Gustavo Sylvestre recabara la opinión de Rabbani, quien reside en su país desde que una vez se fue de vacaciones y el canciller argentino en persona, Guido Di Tella, le pidió al gobierno de Irán que no regresara, cumpliendo con lo que el o el presidente Bill Clinton le había pedido al gobierno argentino, luego de que la CIA fracasara en ese cometido (ver Operación Cacerola).
Ni Estados Unidos ni Israel ni casi nadie (en el atentado habían intervenido traficantes de armas y de drogas a alguno de los cuales el presidente Menem le había concedido graciosamente la nacionalidad argentina, allegados a Menem, policías federales, agentes de la SIDE y hasta agentes de inteligencia israelíes opuestos al primer ministro Isaac Rabin) querían que la verdad resplandeciera. Para mantener el embuste en pie y seguir culpando a Irán era necesario seguir presentado a Rabbani como un torvo asesino, y para esto era imprescindible que jamás declarara, pues de hacerlo quedaría en evidencia su total ajenidad a los hechos y su manifiesta incapacidad de haberlos organizado (luego de publicar La infAMIA visité por primera vez la Embajada de Irán y en esa ocasión, dos altos funcionarios me dijeron sucesivamente y por separado la misma frase respecto a las supuestas habilidades de Rabbani en materia de inteligencia: «No sabe sacar un limón de un limonero»).
Rabbani le dijo hace unas pocas horas a Gustavo Sylvestre que considera posible que a Nisman lo hubieran asesinado o inducido a suicidarse para evitar que quedara en evidencia que no tenía respuestas para las preguntas precisas que los diputados le iban a formular. El clérigo enfatizó que “no había pasado un minuto (desde la voladura de la mutual judía) cuando ya Estados Unidos decía que había sido Irán. ¿Cómo sabía?”. Es una pregunta que sigue sin respuesta.
Un Rasputín alineado
A causa de la absoluta falta de pruebas de la intervención de algún persa en el atentado, mucho antes de que Nisman se suicidara, quien escribe le decía a quienes querían escucharlo que, antes de ir a Teherán a interrogar a los altos funcionarios iraníes (incluido un ex presidente, Akbar Rafsanjani) a los que a acusaba, Nisman se iba suicidar. Decía que se «iba a incinerar a lo bonzo»: me equivoqué en el método escogido.
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Nisman: Los buenos tiempos |
Frente a las preguntas de Justin Webster, el station chief Newland reconoció que Nisman estaba «alineado» con las posiciones e intereses de la CIA, y que ésta operaba en a través de Stiuso, a quien comparó con el monje Rasputín. «Financiábamos diferentes operaciones de fijación de objetivos. Queríamos que hicieran ciertas cosas para resaltar ciertos objetivos», dijo Newland. Y agregó, sonriente: «No quiero pensar en teorías conspirativas pero no podrían haber arruinado mejor esta investigación (lo) que me hace pensar que a nadie le interesaba resolver este caso…».
Tras subrayar «la influencia muy negativa de la CIA y el Mossad» en la SIDE, hoy AFI, Moreno Ocampo puntualizó que la CIA no tenía entre sus objetivos “afectar al sistema judicial argentino», pero que eso fue un «daño colateral» del encubrimiento a quienes volaron la AMIA, y concluyó: «La discusión sobre el Memorando (de Entendimiento) con Irán encubre la discusión sobre la muerte de Nisman, que (a su vez) encubre el atentado a la AMIA dónde murieron 85 personas».
Antes, Moreno Ocampo había destacado que Stiuso había puesto al frente de la investigación al capitán del Ejército retirado Héctor Pedro Vergéz, un torturador y asesino serial, preboste del centro clandestino de exterminio conocido como “La Perla”, condenado a prisión perpetua. En verdad, Stiuso y Vergéz operaron en complicidad con la fallecida camarista María Luisa “Piru” Riva Aramayo, quien actuaba bajo la dirección de Carlos Corach, entonces jefe de Gabinete del presidente Menem. El objetivo era convencer a Carlos Telleldín de desviar la investigación, culpando a unos jóvenes paraguayos de ascendencia libanesa o a otros inocentes (que al final fueron el comisario Juan José Ribelli y sus hombres, que, aunque delincuentes, eran completamente ajenos a los bombazos). «Fue una investigación hecha para ocultar todo, para que no sepamos nada», concluyó, preciso, quien fuera fiscal en el juicio a las juntas militares de la dictadura.
El blooper del suicidio asistido
Uno de los grandes aciertos del documental es haber entrevistado a cuatro oficiales de la Gendarmería que intervinieron en una pericia remota (para la que se construyó una réplica del baño de Nisman afuera de la entrada del Edificio Centinela, sede la fuerza) ordenada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. (Im)pericia cuyo resultado (que habría sido un asesinato) fue dado a conocer por Clarín antes de que se iniciara. Se trata del recientemente relevado jefe de la fuerza, el comandante Gerardo Otero, de Orlando Caballero, Carlos Barrionuevo y Juan Leguiza, todos los cuales corren riesgo cierto de ir presos si, tal como anunció la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, dicha “pericia”, todo un mamarracho, se somete a revisión. El anuncio de la ministra enfureció a los editorialistas de La Nación y Clarín que saben que ese es el talón de Aquiles de un supuesto asesinato por el que solo está procesado quien le prestó a Nisman una vieja pistola que tenía registrada a su nombre, Diego Lagomarsino. No recuerdo si fue Caballero o Barrionuevo quien se despachó con una frase de antología: “Este hombre necesitó la participación de terceros para quitarse la vida”.
Una pregunta sin respuesta
Además de coincidir con Cimadevilla en que “el interés del ministro (de Justicia, Germán Garavano) no era precisamente investigar y saber la verdad”, Allan Bogado señaló que el divorcio entre Nisman y Stiuso databa de antes de que Stiuso lo denunciara a él en noviembre de 2014 como falso agente de la CIA (una perogrullada ya que Bogado jamás estuvo en la nómina o plantilla de la SIDE, nunca fue un agente orgánico, siempre fue un “libero”, un inorgánico) y no le avisara de ello a Nisman. En fin, que Bogado dijo ante las cámaras que Stiuso engañó a Nisman. “Eso se llama hacer una cama, y Stiuso se la hizo a Nisman”, subrayó. Y ya en tren de hacer conjeturas –bien que con asidero– dijo suponer que uno de los motivos de las llamadas que Nisman le hizo a Stiuso el sábado 17 y que Stiuso no respondió tenía como motivo averiguar para quien trabajaba él. “Quería certificar quien era yo”, resumió Bogado. “¿Cómo Stiuso no le avisó?” que lo había denunciado, enfatizó el que parece ser el mayor misterio subsistente de un caso, el de la muerte de Nisman, que ya no tiene muchos otros. Por cierto, cuando Justin Webster se lo preguntó a Stiuso, éste hizo agua y no supo qué responder. Game over.
Si el resentimiento de Stiuso hacia Nisman anterior a la resonante denuncia contra CFK y Cía. todavía carece de explicación (es posible que se hubiera ofendido porque a partir de su eyección de la SIDE por orden de CFK, Nisman se arrogó el derecho a mantener relaciones directas con los principales “servicios colaterales” –esto es, la CIA y el Mossad–prescindiendo de él) el posterior es fácil de entender: Stiuso y Nisman preparaban esa denuncia para influir en la campaña electoral, esto es para presentarla antes de las elecciones de octubre. Y en aquel mes de enero Stiuso se encontraba negociando con el nuevo secretario de Inteligencia, Oscar Parrilli, su jubilación y la de su gente de confianza, presevando una red de topos dentro de la nueva AFI. La intempestiva presentación del borrador (todo indica que bajo la influencia de agentes israelíes que lo convencieron de que era la única manera de abortar un inminente despido por la procuradora Alejandra Gils Carbó) hizo que CFK creyera que se trataba de una maniobra dirigida por Stiuso y le ordenara a Parrilli que dejara de negociar y, hablando mal y pronto, les pegara de una buena vez una patada en el culo a “Jaime” y sus cómplices. Eso es, palabra más, palabra menos, lo que Pablo Duggan dice que le dijo a Nisman el lugarteniente de Stiuso, Alberto Massino. Y que “Jaime” estaba furioso y por eso no le atendía el teléfono.
Nisman había dicho frente a los familiares de las víctimas de la AMIA que la SIDE tenía una escucha de una conversación entre el ex agregado cultural de la Embajada de Irán Moshen Rabbani y Carlos Telleldín. Parece evidente que repetía lo que le había dicho «Jaime». Quien es muy posible también que se hubiera jactado ante Nisman de tener acceso a las escuchas practicadas por la National Security Agency (NSA) a las conversaciones telefónicas de la presidenta, según denunció Edward Snowden (quien le habría confirmado el dato a la Presidenta al encontrarse ambos, por intermediación de Putin, cuando CFK visitó Moscú). Todo indica que la primera conversación jamás existió y que Stiuso no tuvo acceso a las grabaciones de la NSA o bien que las conversaciones grabadas de CFK por la NSA eran irrelevantes, lo cierto es que Nisman se encontró mas solo que Adán el Día de la Madre y si ningún elemento que le permitiera aspirar a salir indemne o al menos con heridas leves de su presentación en el Congreso.
Críticas
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Ronald Noble |
El documental de Webster hubiera estado cerca de la perfección si hubiera contado, por ejemplo, con el testimonio de Ronald Noble, el ex miembro del Secret Service de los Estados Unidos y ex jefe de Interpol que calificó a Nisman de «mentiroso» tras certificar que el fallecido canciller Héctor Timerman (que se despide en el documental ratificando su amor a la Argentina) no sólo no había pedido que se levantaran las alertas rojas sobre los altos funcionarios iraníes a los que Nisman acusaba de haber ordenado la voladura de la AMIA sino que, por el contrario, se había comunicado con él para asegurarse de que no se levantaran. También falta el testimonio de algún representante del gobierno iraní. En ambos casos la producción del documental intentó con ahínco contar con estos testimonios sin conseguirlos. Ignoro porque Noble no quiso aparecer, pero en el caso de los iraníes su posición invariable antes y después de la firma del controvertido memorándum fue que no tienen nada que decir porque se han cerciorado de que ningún ciudadano iraní tuvo que ver con los bombazos, por lo que las acusaciones pergeñadas primero por el convicto Juan José Galeano y más tarde magnificadas por Nisman carecen del menor fundamento.
Otras críticas que a mi juicio se le pueden hacer al documental es que no aprovechó el testimonio de Sergio Burstein, acaso el familiar de las víctimas que más contacto tuvo con Nisman, y que se lo hizo en beneficio de otro familiar, Luis Czyzewski, cuyos dichos fueron previsibles por ser un empleado de la DAIA y del Estado de Israel (lo único imprevisible fue una boutade: que se encontraron escombros del edificio «a diez cuadras de distancia»). Del mismo modo, no aparece en el documental Laura Alche, viuda de Guinsberg, la familiar que ha buscado la verdad con más ahínco durante todo un cuarto de siglo, y en cambio sí lo ha hace otra viuda, Diana Malamud que hace mucho hace la plancha y practica una suerte de nihilismo (aparece diciendo que «desde un principio tuve la sensación de que el atentado no se iba a esclarecer» y opina luego que «no hay nada (sic) en esa causa», en referencia al paquidérmico expediente de la voladura de la AMIA. Por lo que no se entiende por qué no renunció a encabezar Memoria Activa… ¿no será que a este agrupamiento tampoco le interese llegar a la verdad?
Del mismo modo, se desaprovecharon mis proféticos dichos acerca de que el fiscal no estaba en condiciones de ir a Teherán a interrogar a sus acusados y que antes de verse obligado a hacerlo «se suicidaría a lo bonzo».
Por último, es desdichada la primera aparición del abogado José Manuel Ubeira, quien participó tanto del juicio principal como el que se hizo contra parte de los encubridores. Ubeira aparece diciendo que en la primera parte del juicio original Nisman le demostró al tribunal la existencia de una Trafic-bomba, siendo como fue que en su magnífico alegato Ubeira puso en tela de juicio tal existencia. En contacto con él, este cronista pudo corroborar que Ubeira sigue en sus trece y solo quiso expresar que Nisman había sido eficiente a la hora de convencer a los jueces de una existencia que en absoluto está probada.
Embates del sionismo
Todo esto, más la insólita inclusión de Toby Dershowitz (foto), de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), rama del poderoso lobby sionista en Washington (AIPAC) dedicada específicamente a atacar a Irán a través de periodistas influenciables de los principales medios, permite presumir que Justin Webster debe haber recibido fuertes presiones (posiblemente de Netflix, vehículo habitual de las posiciones sionistas) para incluir a algunas personas y excluir a otras.
La FDD cuenta entre sus principales financistas a Paul Singer, titular del principal fondo buitre acreedor de la Argentina y de Sheldon Adelson, magnate del juego en Las Vegas, dueño de Israel Hayom, el diario de mayor circulación en Israel y sponsor de las candidaturas de Donald Trump y Benjamin Netanyahu. Nisman se jactaba de tener relación con Singer y recibió 282 mil dólares de Israel Hayom, a lo largo de cuatro años, a un promedio de más 6 mil dólares mensuales (la mitad, 141 mil dólares, en un solo año, 2011). Todo a cambio de supuestas conferencias de las que no se tiene constancia. Es obvio que Adelson canalizó fondos de los servicios de inteligencia israelíes hacia el fiscal corrupto a cambio de previsibles favores.
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2007 - Adelson y Netanyahu en Jerusalen |
A pesar de que Toby (es una mujer) Dershowitz se presenta en la página web de la FDD como una especialista en «rastrear la red global de amenazas de Irán e identificar puntos de influencia para contrarrestar sus actividades malignas» que «ha escrito extensamente sobre el papel de Irán en el bombardeo (sic) de 1994 del centro de la comunidad judía AMIA en Buenos Aires», llegado el momento de la verdad y ante las cámaras no aportó nada, siendo la suya una participación insustancial e irrelevante para ninguna otra cosa que para seguir acusando a Irán… que es, también, para lo que la intempestiva denuncia de Nisman sirvió: para que al disertar en el Senado de los Estados Unidos para impedir la firma del acuerdo con Irán en materia nuclear, Netanyahu pudiera acusar a Irán de terrorista. Sin la denuncia de Nisman no hubiera podido mencionar a los atentados de Buenos Aires y no tenía ningún otro para citar.
Prudencias
Coincidentemente, en casi todo el documental (excepto en el caso de Mario Cimadevilla) no se objeta la Historia Oficial, es decir, que habría habido una Trafic-bomba y que las más altas autoridades de la República Islámica de Irán habrían sido las instigadoras de la matanza. Sin embargo, justo es reconocer que, a pesar de estas limitaciones (los realizadores argumentan que internarse en el tema AMIA los hubiera obligado a un despliegue mucho mayor a los seis capítulos que tiene este documental) Justin Webster y su segundo, el argentino Martín Rocca se las han ingeniado para que el espectador atento y de buena fue escuche testimonios tan contundentes como los incluidos al comienzo de esta nota, de modo que cualquiera que no quiera hacerse el distraído pueda extraer sus propias conclusiones.
Estas tensiones han quedado reflejadas en el hecho insólito de que Infobae, que suele reflejar en estos temas al milímetro las posiciones del gobierno de Israel haya anunciado con bombos y platillos el estreno del documental, y en que, en contraposición, a partir de entonces los voceros del sionismo se quejen plañideros de que tendría «un sesgo tendencioso».
Algunos aspectos (no tan) secundarios
* Todos los dichos de la fiscal Viviana Fein son creíbles. Trasunta buena fe y sinceridad, más allá de algún pequeño error que la prensa hegemónica se empeña en magnificar (como un leve desplazamiento en uno de los resaltadores amarillos que Nisman estaba utilizando en su desesperado intento de encontrar respuestas a las preguntas que sabía que los diputados le harían). El ensañamiento se produce sobre quien, ante los que sostienen la hipótesis del homicidio, los desafía a presentar alguna prueba. La fiscal dejó planteadas preguntas que Nisman debería afrontar de haber acudido al Congreso el lunes 19 de enero. Por ejemplo: “¿Cómo explica la nota que leyó (el canciller Héctor) Timerman, enviada por el ex secretario general de interpol Ronald Noble? (que afirmó que Timerman no sólo no le había pedido que bajara las alertas rojas contra los acusados iraníes sino que, por el contrario, le había pedido que las mantuviese contra viento y marea). “Si las notificaciones rojas siguen vigentes y no hubo intercambio de petróleo (iraní) por granos (argentinos) ¿Cómo afirma que el encubrimiento se consumó?”.
Fein recordó que al inspeccionar el departamento de Nisman junto a su madre, se encontró con una nota manuscrita de Nisman que decía “Las cajas que tienen un (círculo negro) son tuyas. (En) las otras está lo mío”; que Sara Garfunkel dijo no saber a qué se refería, pero que al salir de allí vació tres cajas de seguridad (previamente lo había hecho con la caja fuerte del departamento) en sendas entidades financieras. Nunca sabremos qué contenían, posiblemente dólares más negros que verdes.
* Stiuso miente sin necesidad, por mera costumbre, cuando dice que conoció a Nisman porque se lo presentó Néstor Kirchner, quien los instó a trabajar juntos. El documental muestra que al presentarse ante las cámaras de TN luego de presentar su denuncia contra CFK y demás, Nisman reconoció que conocía a Stiuso desde antes de aquello, según mis fuentes, de cuando trabajaba en el Juzgado Federal de Morón (Stiuso es de San Justo), como puntualicé en Caso Nisman: Secretos inconfesables.
* En esas mismas circunstancias, y como clara muestra de la intriga que comenzaba a carcomerlo, Nisman aceptó tener dudas sobre para quien, realmente, trabajaba Bogado. Dice que el grupo que integraba estaba constituido por “personal de la SIDE que estaba de antes” pero vaciló, dejando en evidencia sus tribulaciones… “Puede ser que fueran amigos de Stiuso”, reconoció como a la pasada. Y respecto al escrito que había presentado a la justicia, admitió que “Hace mucho que no hablo con Stiuso, y si hubiera hablado, me hubiera dicho que no lo presentara”.
* El documental pasa como por sobre ascuas por el deleznable comportamiento de Nisman cuando le tocó investigar las únicas desapariciones que fueron profusamente fotografiadas y filmadas al fracasar el intento de copamiento del regimiento de La Tablada, así como por sobre el soez acoso telefónico a que sometió a una joven mujer a lo largo de años. Tiene su lógica: extenderse en estas cuestiones haría que quienes por el motivo que sea conservan un buen concepto del malogrado fiscal, se abstuvieran de verlo hasta el final, como es aconsejable.
* No se le conocen amigos a Nisman. Quienes dicen serlo, el ex agente de inteligencia Moro Rodríguez (que aparece en el documental) y el doctor en Filosofía Gustavo Perednik viven en el extranjero: Moro en España Moro y Perednik en Israel. Por cierto, éste más que amigo parece ser quien lo reclutó en nombre de los servicios de inteligencia israelíes.
* El periodista Raúl Kollmann reconoce que no hay pruebas de que haya existido un chofer suicida pero se obceca en sostener la hipótesis del coche-bomba, él sabrá por qué. A su favor es imposible no consignar que todo indica que fue lectura de su nota en Página/12 de ese domingo (que desmontaba el embeleco montado por La Nación y Clarín) la última gota que lo decidió –luego de ver fotos de una hermosa mujer con la que había tenido tratos en una piscina con festejantes; la crónica de quien decía haber vuelto de la muerte, y averiguar el significado de la palabra “psicodelia”, presente en ese artículo– a poner fin a su existencia.
* Stiuso se obceca en que hay un “inmolado” y que es un tal Ibrahim Hussein Berro pero cuando se le preguntó cual es su fuente, se limitó a decir que sería “una fuente de Hezbolá”. En realidad se trata de una carpeta azul que los israelíes le pasaron a los agentes de la disuelta “Sala Patria” de la SIDE, rivales de Stiuso, y que éste encontró en la vieja sede de aquellos luego de que cayeran en desgracia por haber vehiculizado el pago de los 400 mil pesos/dólares proveniente de los fondos reservados de la SIDE a Ana Boragni, compañera de Carlos Telleldín.
* Antes, en el juicio realizado a comienzos de este siglo, Stiuso aparece sanateando sobre la supuesta Trafic-bomba mientras escribe en un pizarrón el nombre del aún más fantasmal conductor-suicida al que identifica como Jihad Bru (sic) y relaciona con un tal Saad. Cuando le preguntan, dice misteriosamente que la información proviene de “fuentes del Líbano” y farfulla que trata de una pista que “no es fácil de seguir”. Y más tarde, en relación al supuesto “inmolado”, sostiene que «Bru, Borro, Bivio, es todo lo mismo». Lo hace sin atinarle al Berro, nombre que acabaría imponiéndose.
* Para la inefable ex titular de la Oficina Anticorrupción Laura Alonso (foto), la firma del memorándum con Irán fue “una entrega de la soberanía”. Amiga acosadora de Nisman dijo que le extrañó que éste presentara su denuncia a CFK “en pleno enero, cuando no hay nadie en la Argentina” (sic). Y añadió que cuando el miércoles 14 de enero el fiscal le dijo que “detrás de todo” estaba la Presidenta, tenía “los ojos vidriosos… Es el único momento de humanidad que le vi”.
* El documental recuerda los viajes de Stiuso y Nisman a Detroit, donde se entrevistaron con hermanos del supuesto suicida, y como a su regreso con toda caradurez Nisman llamó a una conferencia de prensa (en la que no admitió preguntas) en la que aseguró que el misterio de cómo había sido volada la AMIA estaba resuelto, pues se había confirmado que el suicida había sido Ibrahim Hussein Berro. Lamentablemente no incluye el audio de la entrevista radiofónica que al día siguiente le hizo Rolando Hanglin a uno de sus hermanos, que desmintió todo y aclaró que lo que le habían dicho a Nisman era que su infortunado hermano Ibrahim, contrahecho por un bombardeo israelí (razón por la cual no había sido aceptado como inmigrante por la “Migra” estadounidense) había muerto en un nuevo bombardeo israelí a la aldea en la que vivía, en el sur del Líbano, y que ello había ocurrido después del atentado a la AMIA.
* Aparece Hernán Capiello, quien como periodista de La Nación fue (y sigue siendo) un encubridor de la primera hora, y el que echó las campanas al vuelo para proclamar que Bogado era miembro de la Cámpora, allegado a Cristina y negociaba personalmente con el iraní (sic) Alejandro «Yussuf» Khalil, un comerciante de Floresta, hijo de libaneses, que integraba la comisión directiva de All Boys, tenía un hermano del PRO y vínculos con la embajadas. Ante las cámaras hace un puchero y se le nublan los ojos, quizá porque enviudó doblemente: del convicto ex juez Juan José Galeano (que no murió más que civilmente) y de Nisman. En la misma frecuencia aparece otra viuda, el todavía fiscal Carlos Stornelli, que se lanza a la tarea ímproba de despegar a “Jaime” de cualquier irregularidad. También aparecen otras “viudas” de Stiuso como los fiscales Gerardo Pollicita (quien resucitó la denuncia de Nisman contra CFK, Timerman, Luis D’Elía y Fernando Esteche, etc., que el juez Daniel Rafecas había desechado por no encontrar en ella delito alguno) y Ricardo Sanz. En fin: los sostenedores de la patraña de que Nisman fue asesinado por un comando venezolano-iraní entrenado en Cuba (como dijeron en su momento el editorialista de Clarín Eduardo Van der Kooy y aumentó Elisa Carrió al denunciar a iranís que habrían comandado la ejecución desde un ferry de Buquebus priveniente de Uruguay), están sobrerrepresentados y carecen de derecho al pataleo.
* El todavía procesado Diego Lagomarsino ratificó que en sus últimas horas Nisman estaba preso de un ataque de pánico: le dijo que «tenía miedo de salir» del departamento (mantenía las persianas bajas, quizá por fotofobia) y también que “ya no confío en mi custodia”.
* El ex agente del FBI Bernazzina dijo haberse sorprendido de que los pocos restos de la supuesta Trafic-bomba que le mostraron no se hubieran «descomprimido», es decir, abierto en búsqueda de cualquier cosa que pudiera haber estado adentro o quedado atrapada, y que al hacerlo encontraron restos de carne humana que fueron enviados a los EEUU en procura de identificar su ADN. Agregó que tenía entendido (porque así se lo habían dicho) que esos restos fueron identificados como los de un militante del Hezbolá libanés. En ese momento, Justin Webster le hizo notar que nada de eso figura en el expediente judicial, y el ex agente del DFBI comentó que «nadie puede determinar de qué prueba de ADN hablan», pues habría varias… Por cierto tanto esa pericia como la hecha sobre el ADN de uno de los hermanos de Ibrahim Berro dieron negativas.
* En el documental se habla de una supuesta amenaza que habría recibido Nisman… en 2012. La cámara muestra un mensaje que no está firmado por ningún extremista islámico sino por un ex espía de Ejército, la SIDE y la Policía de Seguridad Aeronaútica (PSA), Iván Velázquez. Y no aclara que, sea la firma apócrifa o verdadera, Velázquez no tenía nada que ver con el Gobierno de CFK, al punto de que estaba requerido por la justicia y exiliado en Montevideo. Él y otros espías –y algún periodista famoso– se habían enfrentado a la SIDE de Stiuso, que defendía su virtiual monopolio de las escuchas telefónicas, tanto legales como ilegales.
En fin: si no han visto El fiscal, La presidenta y el espía, vean sus seis capítulos (lo mejor está hacia el final). Y si ya lo han visto, vuélvanlo a ver, de modo que puedan coincidir o discrepar con lo que aquí se expresa. Y, si son ustedes parte del nucleo irreductible que no descansarán hasta saber quienes, por qué y cómo demolieron la AMIA, no dejen de leer La infAMIA.