Christian Cirilli
20-6-2024
Finalizada la «Cumbre por la Paz en Ucrania» con recuento de voluntades poco claras - ahora resulta que Irak y Jordania fueron incorrectamente incorporadas en el conteo final, el cual, dicho sea de paso, no tuvo firmas - la dirigencia rusa tomó debida nota de la inflexibilidad occidental, fundamentalmente de los vasallos europeos, que al parecer, creen tener una oportunidad para «sentarse en la silla del gerente».
Esas élites atlantistas también sufren el «reloj biológico» de un sentir popular que se constituye en los sedimentos de la preocupación, y que empieza a traspasar las murallas de la ignorancia, el adoctrinamiento de la propaganda y la comodidad de la noticia pre-masticada.
Podemos discutir si las formas son adecuadas, productivas o en definitiva, si serán males mayores, no lo sabemos aún, pero lo que es innegable es que está ocurriendo una reacción social, una mirada más intrínseca y menos comunitaria, y eso implica una Europa que empieza a salir de su hibernación.
Los medios de comunicación dominantes lo llamarán «auge de las ultraderechas», para inspirar miedo, y así retornar a las aguas calmas del statu-quo. Pero para otros son «despabilamientos» a la «doble moral» de la Unión Europea, con su progresismo bienpensante, su belicismo ocultador de perdidas glorias imperiales, y su reverencia a la Dominatrix americana.
Es tan clara la hipocresía, que muchos gobiernos socialdemócratas se aterrorizan del «nazismo» en sus países, pero financian, arman y aplauden a rabiar al nazismo (sin entrecomillados) en Ucrania.
La cuestión está planteada: las potencias europeas que alguna vez fueron centrales en la confección del Siglo XIX y principios del XX (Francia, Alemania, Reino Unido, y como furgón de cola, Italia) están decididas a retomar su protagonismo, y lo harán con la venia estadounidense, que pretende escalar en territorio asiático, donde realmente se juega su hegemonismo.
Todo parece indicar que el movimiento será de pinzas: por un lado, la UE avanza inexorablemente hacia la confiscación de los activos congelados de Rusia en bancos occidentales, tal como propuso e incentivó Washington. La diferencia es que de los aproximadamente 300.000 millones de dólares, unos 210.000 se encuentran en instituciones europeas. Esto representa una verdadera declaración de guerra.
Moscú advierte certeramente que esos fondos en realidad son para solventar los inconmensurables gastos en los que Washington está incurriendo por su guerra subsidiaria. Todo finalmente va a las arcas de Lockheed-Martin... y los europeos se llevan los laureles.
Para muestra basta un botón: en la reciente reunión del G7 y ante el usurpador de la presidencia ucraniana, de mandato cumplido, Volodimir Zelenski, se le brindaron unos 50.000 millones de dólares que son nada más y nada menos que la rentabilidad obtenida de las disponibilidades rusas inmovilizadas. Esto 𝒚𝒂 𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝒓𝒐𝒃𝒐 𝒆𝒔𝒄𝒂𝒏𝒅𝒂𝒍𝒐𝒔𝒐 e implica un paso previo de lo que vendrá.
Es verdad que Rusia 𝒏𝒐 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒔𝒂𝒔 𝒊𝒏𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒆𝒙𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐𝒓 y aún así este año crecerá un porcentaje del orden del 3% de su PIB, todo ello, por si fuera poco, estando bajo las «sanciones infernales» de Occidente y con un peligroso gasto en Defensa que ya llega al 6,7% de su PIB, lo que se dice, «niveles soviéticos».
Es realmente sorprendente lo que ha logrado el Kremlin por ahora en cuanto a gobernabilidad, capacidad de resistencia, logros económicos y organización de sus abastecimientos y mercado interno. Yo lo adjudico fundamentalmente al «baño antiparasitario» que se regaló la sociedad rusa al liberarse de quintacolumnistas, agoreros y traidores, así como los pronosticadores del fracaso o los cantores a las famas extranjeras.
Es verdad, ello siempre va de la mano de ciertos giros despóticos, pero nada diferente a lo que pasa en Occidente y sus sacrosantas democracias liberales, que no temen ejercer censura, alineamiento ideológico y llegado el caso, también represión.
Esta medida del G7, me refiero al impúdico 𝒂𝒄𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒑𝒊𝒓𝒂𝒕𝒆𝒓𝒊́𝒂, estoy seguro que no quedará impune. Pero no será una corte internacional quien lo resuelva, porque el «orden basado en reglas» justamente reniega de toda ley, sino que el rebote punitivo vendrá de la pérdida de confianza en el sistema, el pilar fundamental de las finanzas internacionales. Hoy es Rusia, ¿mañana quién? ¿Quién será el paria tildado como una amenaza fundamental contra la civilización llegado el caso?
El segundo movimiento de pinzas es, obviamente, el militar.
Rusia dio muestras de NO estar interesada en una escalada y desea sentarse a negociar. Obviamente, con las ventajas obtenidas en el terreno, la negociación debe cumplir mínimamente sus intereses. Putin lo puso una vez más en blanco sobre negro: Rusia cesaría inmediatamente las hostilidades si Ucrania retira sus tropas más allá de las 'fronteras administrativas' del Donbás, Zaporozhie y Jersón, se desmilitariza y reniega de una adhesión a la OTAN. Punto.
Básicamente son las mismas condiciones que hubo en el principio de acuerdo de Estambul alcanzado el ¡30 de marzo de 2022!
Es importante lo de las 'fronteras administrativas' porque implica que Rusia pretende un territorio que aún no posee del todo. Rusia renunciaría a Odesa y a tomar toda la costa del mar Negro (algo que muchos analistas han considerado como objetivo) y oblast como Járkov o Dnipropetrovsk o incluso, Chernígov, al noreste, pero de ninguna manera renunciaría a lo anexionado dado que allí ya tiene un compromiso constitucional, población étnicamente rusa mayoritaria y, lo más importante, sería un reaseguro para el control de Crimea y una plataforma de ataque en caso de renovadas oleadas occidentales futuras.
Estas condiciones de Rusia para acabar con la guerra, sin embargo, son vistas por Europa (y Estados Unidos tras bambalinas) como un inaceptable ultimátum.
Y este es el 𝑞𝑢𝑖𝑑 𝑜𝑓 𝑡ℎ𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑠𝑡𝑖𝑜𝑛: Rusia no puede perder la guerra porque significaría la desaparición del Estado-nación. Pero la OTAN no puede perder la guerra porque significaría la destrucción del encorsetamiento estadounidense de Europa y su pérdida de influencia internacional definitiva.
A sabiendas de la preparación de un escenario catastrófico, Rusia anticipó algunas «medidas asimétricas»: la primera de ellas fue el despliegue de una flotilla en el Mar del Caribe, reviviendo los tensos días de la Crisis de los Misiles de 1962. Ojo, no estoy exagerando, nadie sabe si algunos de los proyectiles portados por la fragata #417 𝐴𝑑𝑚𝑖𝑟𝑎𝑙 𝐺𝑜𝑟𝑠ℎ𝑘𝑜𝑣 y/o el submarino nuclear 𝐾-561 𝐾𝑎𝑧𝑎𝑛 tienen ojivas nucleares.
Paralelamente, Putin hizo una visita «sorpresa» al país más misterioso, hermético, controlado y demonizado del planeta Tierra: Corea del Norte, ni más ni menos que una dictadura/«realeza» pseudo-comunista dotada de armas nucleares y un ejército quizás más numeroso que la misma fuerza laboral.
Allí partió entonces Putin, a firmar un «acuerdo de asociación estratégica» que implicaría el desarrollo de mecanismos alternativos de comercio no controlados por Occidente y la resistencia conjunta a las restricciones unilaterales ilegítimas... o sea, algo que ya se está haciendo desde hace al menos 2 años.
El mensaje que advierto es que Rusia sabe/sospecha que Estados Unidos utilizará próximamente sus bloques militares para intensificar la tensión en Indo-Pacífico y asfixiar el tándem sinorruso; todo ello, mientras Europa comanda su «Barbarroja 2.0» contra Rusia, posiblemente, en varios puntos de fricción, como el Golfo de Finlandia, la zona del Mar Blanco, la brecha de Suwalki, Transnistria e intenta subvertir nuevamente Georgia para enloquecer el Cáucaso.
Y cuando hablo de bloques militares me refiero a:
1] AUKUS, entre Reino Unido, Australia y Estados Unidos.
2] Acuerdo de Acceso Recíproco, entre Japón y Australia.
3] Five Eyes, Anglosfera completa, incluyendo Canadá y Nueva Zelandia.
4] Parto Tripartito de Coordinación, entre Japón, Surcorea y Estados Unidos.
5] Pacto de Disuasión Colectiva, entre Filipinas, Japón y Estados Unidos.
6] Pacto Cuadrilateral o QUAD, entre Estados Unidos, India, Japón y Australia.
Excepto Five Eyes, todos estos bloques se crearon en los últimos ¡5 años!
Lo antedicho, más el compromiso inalienable de sostener Taiwán a toda costa - al que se le promueve su independencia desde Washington - y el evidente compromiso anti-chino de Malasia, Singapur y probablemente, Indonesia.
La visita de Putin podría bien ser un farol, pero en situaciones traumáticas como las que se avecinan no creo que los rusos estén actuando en vano. Más bien están poniendo las cosas meridianas: podría estar acercándose rápidamente un conflicto en Extremo y Centro Oriente, mientras se alborota el este europeo, y es preciso verificar las tomas de posición. Norcorea no tiene problemas con eso, pues su régimen siempre tuvo definidas las posturas. Myanmar (ex Birmania) también está decididamente alineado. La incógnita es Vietnam, donde Putin también realizará una visita, y algunas naciones como Tailandia - cada vez más cercana a China - Laos y Camboya.
Atrayendo a Corea del Norte, que tiene el suficiente material nuclear para atomizar Japón y Surcorea, en el primer círculo del defensa estratégica, Rusia-China se guardan una carta más.
También puede esperarse un progresivo abroquelamiento de los «stanes» (China ya ha lanzado un grito de «Asia para los asiáticos»), que acaban de firmar ¡luego de 20 años de discusiones y barreras occidentales! el inicio de obra del estratégico ferrocarril CKU en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y que se ramificará por primera vez hasta Afganistán.
A no engañarse: la (tácita) alianza de defensa nuclear con Corea del Norte es también una respuesta a los movimientos estadounidenses en Surcorea: nadie duda que en las bases aéreas de la USAF en Osan y Gunsan hay bombas nucleares tácticas (con mayor poder que las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, aclaro), o que en Kadena (Japón) también están almacenadas. Estas bases están a relativamente pocos kilómetros de las megaciudades chinas de Shanghái, Qingdao, Ningbo y Nankín. No muy lejos se encuentra Beijing. Mientras, en Misawa, la USAF se despliega como una sombra ominosa sobre la base naval rusa de Vladivostok. Y no estoy considerando la isla de Guam, base habitual de los bombarderos B-2 y B-52, desde donde se domina todo el Mar de Filipinas, donde Japón quedó literalmente sin capacidad aeronaval durante la Segunda Guerra Mundial en 1944.
Así las cosas, las fichas del TEG se mueven raudamente en el planisferio.
Rusia teme verse en la encrucijada del «doble frente» de tener que responder en el escenario europeo y, a la vez, en el Pacífico Norte, con la ambición japonesa de recobrar las Kuriles o incluso desembarcar en Sajalín (donde hay enormes recursos petrolíferos). Sería un escenario de pesadilla que desbordaría todos los recursos disponibles y no dejaría más remedio que dar paso al armamento nuclear. Hoy las amenazas de unos se han convertido en paranoia del otro... ¡y se retroalimentan!
El alerta nuclear de los rusos no puede ni debe subestimarse: bajo la falsa argucia de los drones ucranianos, la OTAN organizó un golpe contra un radar estratégico encargado de vigilar los misiles nucleares del enemigo (en Krasnodar, el Voronezh-DM) y mucho antes también abatió un avión AWACS A-50 con misiles de largo alcance Patriot. Esto implica un progresivo desmantelamiento de las capacidades de detección, lo que a la postre, podría implicar la posibilidad de un letal primer golpe nuclear sobre la cadena de mando, comunicaciones y control, que dejaría sin respuesta a los misiles estratégicos rusos. Esta es una alternativa de ataque que está vivita y coleando en la doctrina estadounidense.
Y es por ello que Rusia se ejercita con armas nucleares tácticas (incluso en Bielorrusia), que son más independientes de un mando central (no hay «maletín nuclear» para ellas), despliega flotillas cerca del enemigo o visita a sus aliados para pactos de defensa, a estas horas, ya indisimulados.
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Fuente: Facebook de Christian Cirilli
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