Por Eduardo Rosa (*)El 2 de diciembre de 1810 llega un jinete a Buenos Aires. Es un oficial trayendo una bandera española y la noticia de la victoria de Suipacha. Era la primera victoria militar de la flamante “desobediencia” del 25 de Mayo. No hubo festejos, solo algarabía popular en la calle. Pero la noche del 5 se hizo una comida en el cuartel de Patricios que habría de tener una inesperada repercusión.
Se ha hecho una leyenda de esos incidentes triviales aprovechados para una derivación política. Es erróneo pensar que el centinela de la entrada le impidiese expresamente el acceso a Moreno. Moreno no asistía jamás a fiestas ni convites, y al sarao podían ir los militares en actividad o retirados con sus familias. Al volver de su trabajo en la Fortaleza, que prolongaba hasta altas horas de la noche, le chocó encontrar en las Temporalidades un centinela, y quiso averiguar por sí mismo si se le impedía la entrada. El centinela lo rechazó, porque Moreno no se dio a conocer, pues hubiera bastado que dijese ser Secretario de Guerra de la Junta para que aquél por lo menos pidiese órdenes.
¿A quién se debe dejar pasar a un convite? – cuando el teniente coronel Marcos Balcarce pregunta – después del decreto de supresión de honores - sobre quienes deben dejar pasar los centinelas Moreno responde que “a los ciudadanos decentes”, y al requerir – con malicia - mayores precisiones para reconocerlos, Moreno, le responde “se reputará decente toda persona blanca que se presente vestida de fraque o levita”.
El 6 de diciembre de 1810 la Junta de Gobierno aprobó el “decreto de supresión de honores” redactado por Moreno.
Este decreto comenzaba con: “La Junta Soberana a nombre del Señor D. Fernando VII”. Y lo fundaba en que al hallarse “privada la multitud de luces necesarias para dar su verdadero valor a todas las cosas, reducida por la condición de sus tareas a no extender sus meditaciones más allá de sus primeras necesidades... confunde inciensos y homenajes con la autoridad”. El decreto suprimía los honores del Presidente, se quitaban ventajas oficiales y se eliminaba a las señoras de las distinciones de sus maridos. Y se establecía que el capitán de húsares retirado Atanasio Duarte, había incurrido en un delito por el cual debería perecer en un cadalso, al “ofender con un brindis excesivo la probidad del Presidente” (Saavedra), pero “en atención a su estado de embriaguez se le conmutaba la pena por destierro perpetuo de la ciudad, porque ningún habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su patria”.
¿Qué grave “delito” había cometido el capitán Atanasio Duarte?.
Siempre se dijo que haber proclamado la monarquía, pues en el famoso brindis ofreció a Cornelio Saavedra la corona de emperador de América. Pero esa opinión, muy generalizada, no es aceptable. No fue el republicanismo de Moreno el que se ofendió con el monarquismo de Duarte. No sabemos a ciencia cierta si Moreno fue lo que hoy llamaríamos republicano, pues cuando emplea en sus escritos la palabra República, lo hace como sinónimo de “Estado” o “Cosa pública”. En 1810 reino e independencia eran sinónimos. El mismo Himno Nacional lo repite aún hoy: “Ya su trono dignísimo abrieron...”. Lo que sí podemos asegurar es que el decreto que condenaba a Duarte no era un decreto republicano, pues estaba encabezado con la fórmula habitual: “La Junta Soberana a Nombre del Señor don Fernando VII”.
Pero Duarte cometió evidentemente un delito tan grave que Moreno – hombre de leyes – entendía que “debería perecer en cadalso”. Un delito mucho más grave que opinar a favor de la monarquía en un medio republicano, que de ninguna manera puede llevar al cadalso. Ese delito debía ser el de lesa majestad por conspirar contra los derechos de Fernando VII. Al brindar ofreciendo la corona a Cornelio Saavedra, se la estaba quitando a Fernando VII. El capitán había incurrido en el delito de lesa majestad y merecía por lo tanto el “cadalso”, como lo mandaban las leyes españolas.
Aquello de “tener impresiones contra la libertad de su patria” no puede entenderse como contrario a la nacionalidad naciente.. La patria en 1810 no era la República Argentina, pues aún no se había declarado la independencia; la patria era Fernando VII, el rey cautivo, contra cuya libertad “tenía impresiones” el capitán Duarte. ¿Quiere decir entonces que Duarte fue el precursor de la independencia Argentina, y Moreno no era partidario de esta independencia?... Lo primero es exacto; pero no así lo segundo. Moreno también era partidario de la independencia, como Duarte y casi todo el mundo. Pero Duarte dijo a gritos una verdad que no convenía decir sino en voz baja. Por eso lo condenaron.
La verdad es que Saavedra se portó mal con Duarte. Pues Moreno salió de la Junta el 18 de diciembre, precisamente por la conmoción popular producida por su decreto, que se interpretó – equivocadamente – a favor de la dependencia de España. Y que además, menospreciaba la opinión pública al tenérsela como “privada de luces”. Saavedra pudo entonces levantar la pena a Duarte; pero no lo hizo, tal vez para no comprometerse.
¿Qué fue de Duarte después de aquella noche famosa?...
Cumplió resignadamente su destierro en San Isidro, olvidado por Saavedra que nada hizo por él y también por los demás gobiernos que nunca le levantaron la injusta pena. Cada tanto armaba alguna batahola en una taberna cuando algún “gallego” (él los motejaba como “sarracenos”) vertía palabras imprudentes contra la patria, como una famosa pelea contra seis de ellos cuyo relato repetía orgulloso.
La patria le debe un desagravio a quien declaró por primera vez la independencia en voz alta, y supo aguantarse el castigo orgullosamente.
Invitamos a todos los Argentinos a que el 5 de diciembre, en cualquier lugar donde estemos, olvidemos nuestras diferencias y levantemos una copa en su recuerdo.
Capitán de Húsares Atanasio Duarte ¡Brindamos a tu memoria!
(*) Abogado, hijo del historiador "Pepe" Rosa, nieto del ministro de economía Jose María Rosa y de Alejandro Bunge.
MERCOSUR Noticias.Jueves, 03 de Diciembre de 2009
Ilustración: Ricardo Avila.