30 de enero de 2009

El uso políticamente incorrecto de la svástica

Muchas veces se usó la svástica -sin que nadie se sorprenda- asociada a la bandera norteamericana, o a la figura de Bush, por ejemplo, para denunciar sus políticas expansionistas.

También fue publicado en Israel, un afiche con la imagen del asesinado Itzjak Rabin -a quien los grupos ultrasionistas no le perdonaron (y por eso lo asesinaron) querer hacer la paz con los palestinos- vestido con uniforme nazi.

Pero que a nadie se le ocurra asociar el nazismo con la política del Estado de Israel. Eso es antisemitismo y deberá ser investigado por la justicia...


"...De viaje de trabajo en Buenos Aires, Timerman dijo que "en Buenos Aires vi manifestaciones que supuestamente critican el accionar del Estado de Israel pero en el fondo muestran profundo antisemitismo". "Criticar al Estado de Israel es un derecho que le asiste a cualquier ciudadano. Pero cuando en una bandera aparecen la svástica y la estrella de David hay algo más profundo: se trata de un hostigamiento a la comunidad judía argentina. Y eso no hay que dejarlo pasar", dijo el embajador en declaraciones radiales..."
Página 12
Sensible a los requerimientos de la colectividad judía en la Argentina, la Lubertino no tuvo más remedio que reaccionar:


Inadi pide a la justicia que investigue presunto antisemitismo
"...También le pidió a la Policía Federal las investigaciones realizadas o denuncias recibidas por la publicación de carteles u otra manifestación que fuera sospechada de antisemita; y la posibilidad de individualizar o identificar a quienes, en fotografías remitidas a la policía por el INADI, portan banderas o panfletos donde puede observarse la cruz esvástica..."
...
Además le solicitó a los gobiernos municipales que procedan a eliminar cualquier pintada de contenido antisemita en espacios que estén bajo su jurisdicción"

ar.news.yahoo.com


En cambio, el uso "políticamente correcto" de la svástica, no será objetado, que para eso está la libertad de prensa...

... como se puede observar en la edición 330 de Crítica de la Argentina.

29 de enero de 2009

¿Rebrote antisemita?

Muchas veces leímos que "los rusos invadieron Afganistán", o que "los cubanos" intervinieron en la guerra civil de Angola, o los norteamericanos bombardearon una aldea, también en Afganistán. Y a ningún periodista "políticamente correcto" se le ocurrió aclarar: no fueron los rusos, o los cubanos, o los norteamericanos, sino sus respectivos gobiernos.

Sin embargo, cuando de la política del Estado de Israel se trata, ni se nos ocurra decir: "los israelíes" bombardearon una escuela, ni mucho menos "los judíos" bombardearon una escuela. Eso es antisemitismo. Entonces -ahí sí- hay que aclarar, no fueron los israelíes, ni los judíos: fue el Estado de Israel, o en todo caso el sionismo. Pero no servirá de nada, igual nos van a acusar de "antisemitas".

Así es como el embajador de Israel en la Argentina y representantes de la comunidad judía calificaron como una “ola de antisemitismo” las protestas del lunes en repudio a la política de Israel en la Franja de Gaza. (Página 12. 28-1-09).

Pero sería bueno saber que es el antisemitismo, para no caer en ese crímen. Aquí una opinión (por las dudas, de un "semita") que pese a ser del año 2002, está más vigente que nunca:
¿A que le llamamos antisemitismo?
Por Michael Neumann

De vez en cuando, algún escritor judío de izquierdas suspira, abre su generoso gran corazón y nos dice que "la crítica a Israel o al sionismo no es antisemitismo". -En silencio se felicita por su coraje- Suprime con un pequeño suspiro cualquier punzada de inquietud causada por el hecho de que puede ser que a los goyim [N. del T. denominación judía para los gentiles] -y no digamos a los árabes- no se les pueda confiar este peligroso conocimiento.

A veces este cometido lo llevan a cabo aduladores gentiles, cuya idiosincrasia, ya que no su identidad, aspira al carácter judaico. Pero con vistas a no parecer demasiado atrevidos, se apresuran a recordarnos que, no obstante, hay que tomarse muy en serio el antisemitismo. Con mayor motivo debemos estar en guardia cuando da la casualidad de que Israel, respaldado por una pronunciada mayoría de judíos, está haciendo una guerra de raza contra los palestinos. ¿Quién sabe? ¡Podría generarse algún resentimiento!

Yo lo veo de otra forma. Yo creo que casi nunca deberíamos tomarnos en serio el antisemitismo, y pienso que quizá debiéramos reírnos un poco de él. Pienso que es particularmente irrelevante en relación con el conflicto Israel-Palestina, excepto quizá como distracción respecto de los problemas reales. Argumentaré la verdad de estas afirmaciones; también defiendo su conveniencia. No creo que hacerlas sea equiparable a arrancarle las alas a las moscas.

"Antisemitismo", hablando con propiedad y en sentido estricto, no significa odio a los semitas; eso es confundir la etimología con la definición. Significa odio a los judíos. Pero aquí, de inmediato, nos tropezamos con la venerable artimaña de la identidad judía: "¡Mira, somos una religión! ¡No, una raza! ¡No, una identidad cultural! ¡Perdón... una religión!" Y cuando nos cansamos de este jueguecito, nos vemos envueltos en otro: "¡El antisionismo es antisemitismo!", que rápidamente se alterna con este otro: "¡No hay que confundir el sionismo con el judaísmo! ¡Cómo se atreve, antisemita!".

Bien, seamos buenos chicos. Tratemos de definir el antisemitismo de un modo tan amplio como quiera cualquier defensor de Israel: el antisemitismo puede ser odio hacia la raza, la cultura, o la religión judía, u odio al sionismo. Odio, o aversión, u oposición, o ligera hostilidad.

Abaratar la moneda

Pero los defensores de Israel no encontrarán este juego tan divertido como esperan. Inflar el significado del término "antisemitismo" para incluir todo aquello que pueda ser políticamente perjudicial para Israel es una espada de doble filo. Puede ser que sea útil para golpear a sus enemigos, pero el problema es que la inflación de las definiciones, como cualquier inflación, abarata la moneda. Cuantas más cosas lleguen a contarse como antisemíticas, menos terrible sonará el antisemitismo. Esto ocurre porque, si bien nadie puede impedirle inflar las definiciones, ello no quiere decir que controle los hechos. En particular, ninguna definición de "antisemitismo" va a erradicar la versión sustancialmente pro palestina de los hechos a la cual yo me adhiero, como también lo hace la mayoría en Europa, muchos israelíes y un creciente número de americanos.

¿Qué diferencia supone eso? Supongan, por ejemplo, que un derechista israelí dice que "los asentamientos representan la búsqueda de aspiraciones fundamentales para el pueblo judío, y que oponerse a ellos es antisemitismo". Podría ser que tuviésemos que aceptar esta afirmación que desde luego es difícil de rebatir. Pero tampoco podemos abandonar la creencia fundamentada de que los asentamientos ahogan a la población palestina y suprimen toda esperanza de paz. Así que la acrobacia con las definiciones no sirve para nada: sólo podemos decir, ¡que les den a las aspiraciones fundamentales del pueblo judío; los asentamientos son un error!. Debemos añadir que, puesto que... "nos vemos obligados a oponernos a los asentamientos, nos obligan a ser antisemitas". Mediante la inflación de la definición, cierta forma de "antisemitismo" se ha convertido en una obligación moral.

La cosa empeora si decimos que el antisionismo es antisemítico, puesto que los asentamientos, aunque no representen aspiraciones fundamentales del pueblo judío, son una extensión enteramente plausible del sionismo. Oponerse a ellos es, de hecho, ser antisionista y, por lo tanto, por la definición ampliada, antisemita. Cuanto más se amplía el término antisemitismo para incluir la oposición a las políticas de Israel, mejor apariencia tiene. Dados los crímenes atribuibles al sionismo, hay otro silogismo muy sencillo: el antisionismo es una obligación moral, así que, si el antisionismo es antisemitismo, el antisemitismo es una obligación moral.

¿Que qué crímenes? Incluso la mayoría de los apólogos de Israel han renunciado a negarlos y sólo insinúan que fijarse en ellos es un poco antisemítico. Después de todo, Israel no es peor que cualquier otro. En primer lugar, ¿y qué? El hecho de que desde los seis años ya sabemos que "todo el mundo lo hace" no es excusa; ¿nos hemos olvidado? En segundo lugar, todos los crímenes son iguales solamente si se los separa de su propósito. Sí, otros han matado a civiles, los han visto morir por falta de atención médica, han destruido sus casas, arruinado sus cosechas y los han utilizado como escudos humanos. Pero Israel hace estas cosas para corregir la inexactitud de la afirmación de Israel Zangwill, en 1901, de que "Palestina es una tierra sin pueblo; los judíos son un pueblo sin tierra". Espera crear una tierra completamente libre de gentiles, una Arabia desierta en la cual los niños judíos puedan reír y jugar por todas partes en un erial llamado paz.

Mucho antes de la época de Hitler, los sionistas recorrieron miles de millas para desahuciar a personas que nunca les habían causado el menor daño, y se las arreglaron para ignorar su misma existencia. Las atrocidades sionistas no formaban parte del plan inicial. Emergieron a medida que el olvido racista de un pueblo perseguido florecía en la forma de la ideología partidaria de la supremacía racial de uno que persigue. A ello se debe que los comandantes que dirigieron las violaciones, mutilaciones y asesinatos de niños de Deir Yassin se convirtieran en primeros ministros de Israel, pero estos crímenes no fueron suficientes. Hoy, cuando Israel podría tener la paz si la quisiese, lleva a cabo otra ronda de desahucio, volviendo a Palestina lenta y deliberadamente inhabitable para los palestinos y habitable para los judíos. Su propósito no es defender el orden público, sino la extinción de un pueblo. Cierto es que Israel tiene el suficiente desparpajo en las relaciones públicas para eliminarlo con un nivel de violencia más estadounidense que hitleriano. Éste es un genocidio más benigno, más blando, que representa a sus autores como víctimas.

Israel está construyendo un estado racial, no religioso. Como mis padres, siempre he sido ateo. Por la biología de mi nacimiento tengo derecho a la ciudadanía israelí; usted puede ser el más fervoroso creyente en el judaísmo, pero no lo tiene. Los palestinos están siendo oprimidos y asesinados por mí, no por usted. Han de ser empujados a Jordania para que perezcan en una guerra civil. Así que no, disparar a civiles palestinos no es como disparar a civiles vietnamitas o chechenos. Los palestinos no son un "daño colateral" en una guerra contra fuerzas separatistas o comunistas bien armadas. Se les está disparando porque Israel piensa que todos los palestinos deberían desaparecer o morir, para que gente que tiene un abuelo judío pueda construir subdivisiones sobre los escombros de sus casas. Éste no es el maldito error de una torpe superpotencia, sino un mal emergente, la estrategia deliberada de un estado, concebida en y dedicada a un nacionalismo étnico cada vez más cruel. Tiene relativamente pocos cadáveres en su cuenta hasta el momento, pero sus armas nucleares pueden matar quizá a 25 millones de personas en pocas horas.

Antisemitismo y agenda política

"¿Queremos decir que es antisemítico acusar, no ya sólo a los israelíes, sino a los judíos en general, de complicidad con estos crímenes contra la humanidad?"

Puede que no, porque hay argumentos bastante razonables para dichas afirmaciones. Compárelas, por ejemplo, con la afirmación de que los alemanes en general fueron cómplices de tales crímenes. Ello nunca quiso decir que hasta el último alemán, hombre, mujer, idiota o niño, fuesen culpables. Significaba que muchos alemanes lo fueron. Su culpa, por supuesto, no consistió en empujar a prisioneros desnudos a las cámaras de gas. Consistió en apoyar a la gente que planeó tales actos, o -como muchos textos moralistas judíos se lo dirán- "por negar el horror que se extendía a su alrededor, por no ser capaces de denunciarlo y resistir, por consentir pasivamente". Nótese que el extremo peligro revestido por cualquier tipo de "resistencia activa", no debería ser una excusa. En este caso, prácticamente ningún judío corre peligro alguno por denunciar los hechos. Y denunciarlos es la única resistencia necesaria. Si muchos judíos lo hiciesen tendría un efecto enorme. Pero la aplastante mayoría de los judíos no lo hace y, en la amplia mayoría de los casos, es porque apoyan a Israel. Ahora bien, quizá debería descartarse por completo la noción de responsabilidad colectiva; quizá alguien inteligente nos convenza de que debemos hacerlo. Pero en este momento, los argumentos para la responsabilidad judía parecen bastante más fuertes que los argumentos para la complicidad alemana. Así que si no es racista, al contrario, es razonable, decir que los alemanes fueron cómplices de crímenes contra la humanidad, tampoco es racista, y también es razonable, decir lo mismo de los judíos. Y si se descartase la idea de la responsabilidad colectiva, todavía sería razonable decir que muchos, quizá la mayoría de los individuos judíos adultos, apoyan a un estado que comete crímenes de guerra, porque eso es sencillamente cierto. Así que si decir estas cosas es antisemítico, quizás sea razonable ser antisemita.

En otras palabras, hay que tomar una decisión. Se puede utilizar el "antisemitismo" para que encaje con nuestra agenda política, o como término de condena, pero no se pueden hacer ambas cosas a la vez. Si el antisemitismo debe dejar de resultar razonable o moral, ha de ser definido de un modo estricto, no polémico. Sería seguro restringir el antisemitismo al odio explícitamente racial hacia los judíos, a atacar a la gente sencillamente por haber nacido judía. Pero sería inútilmente seguro: ni siquiera los nazis pretendían odiar a nadie por haber nacido judío. Afirmaban odiar a los judíos porque lo que estos buscaban era dominar a los arios. Está claro que semejante postura debe ser calificada de antisemítica, pertenezca a los cínicos racistas que la inventaron o a los bobos que se la tragaron.

Sólo hay una forma de garantizar que el término "antisemitismo" englobe todas aquellas malas acciones o actitudes hacia los judíos, y solamente esas. Hemos de comenzar por aquellas que podemos estar de acuerdo en que forman parte de ese grupo y ver que el término las engloba todas, y sólo esas. Probablemente compartamos la suficiente moralidad para hacerlo.

Por ejemplo, compartimos la suficiente moralidad para decir que "todos los actos y odios que tienen un origen racial son malos", así que podemos contarlos con certeza como antisemíticos. Pero no toda "hostilidad hacia los judíos", incluso si ello significa hostilidad hacia la mayoría aplastante de los judíos, debería contarse como antisemítica. Tampoco debería serlo toda hostilidad hacia el Judaísmo, o hacia la cultura judía.

Yo, por ejemplo, crecí en la cultura judía y, como cualquier persona que crece en una cultura, he llegado a tenerle aversión. Pero es imprudente considerar mi aversión como antisemítica, no porque sea judío, sino porque es inofensiva. Quizás no completamente inofensiva: puede ser que, en algún minúsculo grado, fomente de algún modo los actos y actitudes dañinas que quisiéramos calificar de antisemíticas. Pero, ¿y qué? El filosemitismo exagerado, que considera a todos los judíos como santos ingeniosos, amables y brillantes, podría tener el mismo efecto. Los peligros que representa mi aversión son demasiado pequeños para tener importancia. Incluso un odio colectivo generalizado hacia una cultura es normalmente inofensivo. Al parecer, por ejemplo, en los Estados Unidos se siente una amplia aversión por la cultura francesa y nadie, incluyendo a los franceses, considera que ello constituya algún tipo de crimen racial.

Ni siquiera todos los actos y actitudes perjudiciales para los judíos en general deberían ser considerados antisemíticos. A mucha gente no le gusta la cultura norteamericana; algunas personas incluso boicotean los productos norteamericanos. Tanto la actitud como los actos podrían perjudicar a los norteamericanos en general, pero ninguno de ellos es moralmente objetable. Definir estos actos como antiyanquismo sólo significaría que cierto tipo de antiyanquismo es perfectamente aceptable. Si califica a la oposición a las políticas israelíes como antisemítica basándose en que dicha oposición perjudica a los judíos en general, sólo significará que cierto antisemitismo es igualmente aceptable.

Si el antisemitismo va a ser un término de condena, debería ser aplicado más allá de los actos, pensamientos o sentimientos explícitamente racistas. Pero no puede aplicarse más allá de la hostilidad claramente injustificada y grave hacia los judíos. Los nazis inventaron fantasías históricas para justificar sus ataques; al igual que lo hace el antisemitismo moderno que confía en los Protocolos de los Ancianos de Sión. Al igual que lo hacen los racistas de armario que se quejan del dominio judío de la economía. Esto es antisemitismo en el sentido estricto y negativo de la palabra. Es una acción o propaganda diseñada para perjudicar a los judíos, no por algo que podrían evitar hacer sino por ser lo que son. También es aplicable a las actitudes que la propaganda trata de inculcar. Aunque no siempre explícitamente racista, implica motivos racistas y la intención de causar un daño real. Una oposición razonablemente bien fundamentada a las políticas israelíes, incluso si tal oposición resulta perjudicial para todos los judíos, no se ajusta a esta definición, como tampoco lo hace la simple e inofensiva aversión por lo judío.

El antisemitismo y el conflicto palestino-israelí

Hasta ahora, he sugerido que es mejor restringir la definición del antisemitismo para que ningún acto pueda ser a la vez antisemítico y aceptable. Pero se puede ir más lejos aún. Ahora que estamos metidos en materia, vamos a interrogarnos acerca del papel que juega el antisemitismo "auténtico" y malo en el conflicto entre Israel y Palestina, y en el mundo en general.

Es indudable que hay una parte de antisemitismo auténtico en el mundo árabe: la distribución de los Protocolos de los Ancianos de Sión, los mitos sobre el robo de la sangre de los bebés gentiles. Es totalmente imperdonable. También lo es el que no fuese capaz de contestar a la última carta de su tía Bee. En otras palabras, es algo que hay que decir: sencillamente debe aceptar que el antisemitismo es malo; hacer otra cosa es situarse fuera de nuestra moralidad. Pero otra cosa muy distinta es tener a alguien tratando de intimidarle para que proclame que el antisemitismo es el mal de males. No somos niños que estén aprendiendo moralidad; es nuestra responsabilidad establecer nuestras propias prioridades morales. No podemos hacerlo contemplando imágenes horribles de 1945 o escuchando los gritos angustiados de columnistas que sufren. Hemos de preguntar cuánto daño está causando, o es probable que cause, el antisemitismo, no en el pasado, sino hoy en día. Y debemos preguntar dónde podría causar tal daño y por qué.

Según cabe suponer, hay un gran riesgo de antisemitismo en el mundo árabe. "Pero el antisemitismo árabe no es la causa de la hostilidad árabe hacia Israel o incluso hacia los judíos, sino un efecto". Su evolución se ajusta muy bien a la evolución de la usurpación y de las atrocidades judías. Ello no debe excusar un antisemitismo real, sino quitarle importancia. Éste llegó a Medio Oriente con el sionismo y cesará cuando el sionismo deje de ser una amenaza expansionista. De hecho, su causa principal no es la propaganda antisemítica, sino los esfuerzos sistemáticos e implacables llevados a cabo durante décadas por Israel para implicar a todos los judíos en sus crímenes. Si el antisemitismo árabe persiste después de un acuerdo de paz, entonces podremos reunirnos y hablar de ello, pero aun así no perjudicaría realmente tanto a los judíos. Los gobiernos árabes sólo podrían salir perjudicados si permitiesen ataques contra sus ciudadanos judíos. Y hay pocos motivos para esperar que tales ataques se produzcan: si los horrores de las recientes campañas de Israel no los han provocado, es difícil imaginar qué podría hacerlo. Probablemente tendría que producirse alguna acción israelí tan horrible y criminal que ensombrecería a los ataques mismos.

"Si es probable que el antisemitismo tenga efectos horribles en algún sitio, es muchísimo más probable que sea en Europa occidental. Allí, el resurgimiento neofascista es real. ¿Pero representa un peligro para los judíos?" No hay duda de que Le Pen, por ejemplo, es antisemita. Tampoco hay ninguna evidencia de que pretenda hacer algo al respecto. Al contrario, no ahorra esfuerzos en apaciguar a los judíos y, quizás, incluso en conseguir su ayuda contra sus objetivos reales, "los árabes". No sería él el primer personaje político que se aliase con gente a la que le tiene aversión. Pero que tuviese algún plan ultrasecreto contra los judíos "sería" inusual: tanto Hitler como los manifestantes antisemitas rusos eran maravillosamente sinceros en cuanto a sus intenciones y no solicitaron el apoyo judío. Y es un hecho que algunos judíos franceses ven a Le Pen como un avance positivo o incluso como un aliado. (véase, por ejemplo, "Le Pen is good for us, Jewish supporter says " -"Le Pen es bueno para nosotros, dice un partidario judío"- aparecido en Ha'aretz el 4 de mayo de 2002, así como los comentarios del 23 de abril del señor Goldenburg en France TV.)

Desde luego, hay motivos históricos para temer un ataque horrible contra judíos. Y todo es posible: "mañana podría haber en París una masacre de judíos, o de argelinos. ¿Cuál de ellas es más probable?" Si hay alguna lección que se ha aprendido de la historia, debe aplicarse en circunstancias similares. La Europa de hoy se parece muy poco a la Europa de 1933. Y también hay posibilidades positivas. ¿Por qué es mayor la probabilidad de un pogromo que la probabilidad de que el antisemitismo se convierta poco a poco en un rencor ineficaz? Toda preocupación legítima debe descansar sobre alguna evidencia de que realmente existe un peligro.

La incidencia de los ataques antisemíticos podría proporcionar tal evidencia, pero esta evidencia no tiene consistencia: no se hace distinción alguna entre ataques contra monumentos y símbolos judíos y ataques contra judíos. Además, se da tanta importancia al aumento de la frecuencia de los ataques, que el bajísimo número absoluto de ataques pasa inadvertido. En efecto, los ataques simbólicos han crecido hasta alcanzar un número considerable. Los ataques físicos no.(*) Lo que es más importante, la mayoría de dichos ataques fueron llevados a cabo por residentes musulmanes: en otras palabras, vienen de una minoría perseguida, intensamente vigilada por la policía y ampliamente odiada que no tiene la más mínima oportunidad de llevar a cabo una campaña grave de violencia contra judíos.

Es muy desagradable que aproximadamente media docena de judíos hayan tenido que ser hospitalizados -ninguno asesinado- debido a los ataques recientes en Europa, pero quien convierta esto en uno de los graves problemas del mundo sencillamente no le ha echado un vistazo al mundo. Estos ataques son un asunto policial, no un motivo para que debamos vigilarnos a nosotros mismos y a los demás para combatir un mal espiritual mortal. Ese tipo de reacción es apropiado solamente cuando los ataques racistas tienen lugar en sociedades indiferentes u hostiles a la minoría atacada. Aquellos que realmente se preocupan por el nazismo recurrente, por ejemplo, deberían reservar su angustiada preocupación para los ataques muchísimo más sangrientos y ampliamente tolerados contra los gitanos, cuya historia de persecución es perfectamente comparable con el pasado judío. La situación de los judíos es mucho más parecida a la de los blancos, quienes, desde luego, también son víctimas de ataques racistas.

No hay duda de que mucha gente rechaza este tipo de cálculo insensible. Dirán que, con el pasado que nos amenaza, incluso una sola mancha antisemítica es algo terrible, y que su gravedad no ha de medirse por el número de cadáveres. Pero si adoptamos una perspectiva más amplia, el antisemitismo se vuelve menos importante, no más. "El considerar cualquier derramamiento de sangre judía como una calamidad de suma importancia, que escapa a toda medida y comparación, es racismo, puro y duro; la valoración de la sangre de una raza por encima de todas las demás". El hecho de que los judíos hayan sido perseguidos durante siglos y que hayan sufrido terriblemente hace cincuenta años, no borra el hecho de que en Europa, hoy en día, los judíos son parte integrante de la sociedad, con mucho menos que sufrir y temer que otros grupos étnicos. Seguramente, los ataques contra una minoría rica son tan malos como los ataques contra una minoría pobre e indefensa. Pero atacantes igualmente malos no conducen a ataques igualmente preocupantes.

No son los judíos quienes más viven a la sombra del campo de concentración. Los "campos de tránsito" de Le Pen son para "los árabes", no para los judíos. Y, aunque hay varios partidos políticos significantes que tienen en sus filas a muchos antisemitas, ninguno de ellos muestra síntomas de estar articulando, ni mucho menos ejecutando, una agenda antisemítica. Tampoco hay razones para suponer que una vez en el poder cambiarán de actitud. El Austria de Haider no se considera peligrosa para los judíos; tampoco se consideraba así la Croacia de Tudjman. Y en caso de que hubiese tal peligro, hay un estado judío con armamento nuclear dispuesto a dar la bienvenida a cualquier refugiado, como lo están los Estados Unidos y el Canadá. Y el decir que no existen peligros reales en la actualidad no quiere decir que debamos ignorar cualquier peligro que pudiera aparecer. Si en Francia, por ejemplo, el Frente Nacional comenzase a recomendar campos de tránsito para los judíos, o pusiese en práctica políticas de inmigración antijudías, deberíamos alarmarnos, pero no deberíamos hacerlo porque sea posible que algo alarmante llegue a suceder: ¡ocurren muchas cosas mucho más alarmantes que eso!

Se podría contestar que, si las cosas no son más alarmantes es porque los judíos y otros han estado muy alerta combatiendo el antisemitismo, pero no es convincente. En primer lugar, la vigilancia del antisemitismo es una especie de visión de túnel: como están aprendiendo los neofascistas, pueden pasar inadvertidos si evitan hablar de los judíos. Por otra parte, no hubo ningún gran peligro para los judíos, ni siquiera en países tradicionalmente antisemíticos donde el mundo no está alerta, como Croacia y Ucrania. Los países a los que se presta poca atención no parecen más peligrosos que aquellos a los que se dedica mucha. En lo referente a la vigorosa reacción a Le Pen en Francia, parece que tiene mucho más que ver con la repugnancia francesa por el neofascismo que con las reprimendas de la Liga Antidifamación. Suponer que las organizaciones y los más serios columnistas judíos que se abalanzan sobre el antisemitismo están salvando al mundo del desastre es como afirmar que Bertrand Russel y los cuáqueros fueron lo único que nos salvó de una guerra nuclear.

Ahora bien, se podría decir: independientemente de los peligros verdaderos, estos hechos realmente atormentan a los judíos y traen a la memoria recuerdos insoportablemente dolorosos. Ello podría ser cierto para los poquísimos que todavía tienen esos recuerdos; no es cierto para los judíos en general. Soy un judío alemán, y tengo derecho justificado a la calidad de víctima, de tercera mano y segunda generación. Los incidentes antisemíticos y el clima de creciente antisemitismo no me importan gran cosa. Me asustan mucho más las situaciones que representan un peligro real, como el conducir. Además, ni siquiera los recuerdos dolorosos y las preocupaciones tienen un gran peso frente al sufrimiento físico real infligido por la discriminación a muchos no judíos.

Con esto no pretendo menospreciar todo antisemitismo, se dé donde se dé. A menudo se oye hablar de crueles antisemitas en Rusia o Polonia, tanto en las calles como en el gobierno. Pero, si bien ello puede ser alarmante, también es inmune a la influencia de los conflictos entre Israel y Palestina, y es sumamente improbable que dichos conflictos le afecten de una manera u otra. Además, que yo sepa, en ningún sitio hay tanta violencia contra los judíos como contra "los árabes". Así que, incluso si el antisemitismo es un asunto catastróficamente grave, solamente podemos concluir que el sentimiento antiárabe es mucho más grave todavía. Y puesto que "todo grupo antisemita es en mayor medida contrario a la inmigración y antiárabe, se puede combatir a estos grupos, no en nombre del antisemitismo, sino en defensa de los árabes y los inmigrantes". Así que la amenaza antisemita que representan estos grupos no debería hacernos siquiera querer centrarnos en el antisemitismo: se los combate igualmente bien en nombre de los inmigrantes y los árabes.

Brevemente, el verdadero escándalo hoy en día no es el antisemitismo, sino la importancia que se le concede. Israel ha cometido crímenes de guerra. Ha comprometido a los judíos en general en dichos crímenes, y los judíos generalmente se han apresurado a implicarse ellos mismos. Esto ha provocado odio hacia los judíos. ¿Por qué no habría de ser así? Parte de este odio es racista, parte no lo es, pero ¿a quién le importa? ¿Por qué deberíamos prestarle a este asunto alguna atención en absoluto? ¿Tiene alguna importancia el hecho de que la guerra racial israelí haya provocado una amarga cólera, al margen de la guerra en sí? ¿Tiene alguna importancia la remota posibilidad de que en algún lugar, en algún momento, de algún modo, este odio pudiese, en teoría, llegar a ocasionar la muerte a algunos judíos, al lado de la persecución física real, brutal, que sufren los palestinos y de los cientos de miles de votos a favor de que los árabes sean agrupados en campos de tránsito? Vaya, pero lo olvidaba. Déjelo. Alguien hizo una pintada con consignas antisemíticas en una sinagoga.

- - -

* Ni siquiera la ADL [Liga Antidifamación] y B'nai B'rith incluyen los ataques a Israel en la cuenta; hablan de "El modo insidioso en el que hemos visto utilizar el conflicto entre israelíes y palestinos por parte de los antisemitas". Y, al igual que mucha otra gente, yo no cuento los ataques de Al Qaeda como ejemplos de antisemitismo, sino más bien de algún tipo de campaña cuasimilitar mal manejada en contra de los Estados Unidos e Israel. Incluso si las tiene usted en cuenta, no parece muy peligroso ser un judío fuera de Israel.
- - -
Michael Neumann es profesor de filosofía en la Universidad Trent en Ontario, Canadá.

Fuente: www.counterpunch.org
Traducción de José Wael Badaoui por Tlaxcala, red de traductores por la diversidad lingüística.

27 de enero de 2009

Kirchner financia el desarrollo industrial-militar de Israel

"...es poco conocido que, en los primeros días de guerra, la acción del gobierno de Cristina Kirchner pasó de las palabras al compromiso material con el Estado de Israel. El gobierno promulgó la Ley 26.437 (13/01/09) para 'desarrollar y fortalecer la cooperación económica, industrial, tecnológica y comercial entre Argentina e Israel'..."

Después de 22 días de bombardeos sistemáticos sobre la población de Gaza, tanto el Secretario de las Naciones Unidas como los líderes de Europa y los principales países árabes dicen estar dolidos y consternados ante lo “desgarrador” de la masacre. En sus declaraciones a la prensa, reclaman la formación de un tribunal internacional para juzgar los crímenes de guerra y el genocidio. Pero son ellos mismos quienes lo dejan pendiente y sin fecha después de haber sido incapaces de evitar la agresión.

Conviene recordar que frente al generalizado repudio nacional y la movilización internacional de los primeros días, el gobierno nacional ensayó ser “equidistante” de agresores y agredidos. Encajaba en el discurso y complicidad internacionales del Consejo de Seguridad de la ONU y de los principales mediadores. Salió en defensa del “derecho” internacional y no en defensa de las víctimas, en momentos en que Israel violaba el derecho humanitario y todos los acuerdos internacionales previos en materia de guerras, siendo denunciada por el ensayo de nuevas tecnologías en base a tungsteno y el uso de bombas prohibidas por todas las convenciones: uranio empobrecido, fósforo blanco, de fragmentación.

Pero es poco conocido que, en los primeros días de guerra, la acción del gobierno de Cristina Kirchner pasó de las palabras al compromiso material con el Estado de Israel. El gobierno promulgó la Ley 26.437 (13/01/09) para “desarrollar y fortalecer la cooperación económica, industrial, tecnológica y comercial entre Argentina e Israel” con el objetivo explícito de dar apoyo financiero a los proyectos de “cooperación en la investigación y el desarrollo industrial y tecnológico en el sector privado”, definiendo así a “las actividades que tiendan a desarrollar productos nuevos, procesos o servicios para comercializarse en el mercado global”.

Todo ello a condición de mantener –según reza el texto - el secreto y la confidencialidad incluso sobre los resultados obtenidos en los Programas financiados.

Bajo estas condiciones de ‘secreto de Estado’ ajenas a la actividad científica y no habiendo una tradición de colaboración científica entre ambos países, será un hecho que la Ley termine financiando proyectos basados en las industrias de la guerra y la “seguridad”, en áreas donde Israel es una reconocida potencia tecnológica mundial.

La ley cumple con recientes promesas del gobierno de Cristina y declaraciones de su Ministro de Ciencia y Tecnología de considerar las políticas de Israel en general como "ejemplo que tomamos muy en cuenta a la hora de decidir nuestras políticas de estado" (declaración a la Agencia Judía de Noticias, 25/11/08). Sus funcionarios elogiaron “el modelo que tienen (en Israel) de gestión privada de los conocimientos producidos en la universidad, sobre todo para nosotros que buscamos articular ambos sectores para mejorar y cambiar el modelo productivo de nuestro país.”

Asociado al complejo militar y de seguridad de Israel, el gobierno nacional pretende superar así la crítica por la “ausencia de proyectos estratégicos” o por ser ajenos a la actividad científica y de equipos (Clarín 18-09-08).

El Poder Ejecutivo y el Legislativo, que reducen el presupuesto para la educación pública y para los proyectos de investigación científica en nuestro país, se pasaron de una hipócrita y diplomática “tercera posición” frente a la guerra, a otra de financiar proyectos privados para asociarse a las iniciativas del complejo industrial militar y/o de servicios del Estado de Israel, sin poner límites para aquellos proyectos que son materia de seguridad y/o agresión en curso. Las únicas condiciones son las de “proteger la confidencialidad” -con garantías equivalentes de Secreto de Estado- y que los proyectos sean “para comercializarse en el mercado global”.

El acuerdo de cooperación “científica” nació en el marco del historial de mutuo encubrimiento que durante años sostuvieron la relación entre los Estados de Israel y Argentina. Cuando Kirchner puso el caso AMIA al servicio de la guerra en Medio Oriente acusando a Irán, Livni firmó el acuerdo felicitando a la justicia y al gobierno argentino por sus “avances” en la supuesta investigación del atentado (Clarín 17/11/06).

El Estado nacional es un socio estratégico en la política criminal de Israel y ahora financia la complicidad de su socio internacional.

El gobierno nacional que reconoció que el Estado es el principal encubridor de los terroristas que realizaron el atentado a la AMIA, pretende financiar y no ser sólo un socio político de criminales como Livni, Olmert y Barak. Fueron socios para encubrir a los asesinos de la AMIA y ahora lo son en el genocidio palestino… después de sostener que los atentados en nuestro país fueron producto del involucramiento de la Argentina en el conflicto de Medio Oriente.

La Agrupación Por el Esclarecimiento de la Masacre Impune de la AMIA (APEMIA) suma su reclamo al de tantos miles en todo el país:

* Por el cese de la agresión del Estado de Israel contra el pueblo palestino;

* Por el retiro definitivo de las tropas israelíes de Gaza y la apertura de sus fronteras;

* Por el juicio y castigo internacionales a los responsables de los crímenes de guerra;

* Por la derogación de la Ley 26.437 y la ruptura de vínculos diplomáticos, económicos y financieros con los agresores.

“GENOCIDIO, NO”

A.P.E.M.I.A.: AGRUPACIÓN POR EL ESCLARECIMIENTO DE LA MASACRE IMPUNE DE LA AMIA

Fuente: www.argenpress.info
.

26 de enero de 2009

Honey Thaljieh: mujer palestina, cristiana ... y futbolista

No sólo "fundamentalistas islámicos" hay en Palestina. Y no sólo los musulmanes fueron despojados de sus tierras y sus derechos.


Luis Ferrand de Santo Domingo, República Dominicana, pregunta:
¿Un acuerdo con los israelíes puede llevar a una absoluta independencia de los palestinos y a la devolución de los territorios?


Honey Thaljieh:
Para mí la única solución es vivir en un país con los dos pueblos, conviviendo en paz.

Los israelíes nunca van a dejar Palestina porque ellos creen que esta es su tierra. Los palestinos tampoco nos vamos a ir porque nosotros creemos también que esta es nuestra tierra.

Entonces, si ninguno se puede ir, no entiendo por qué no podemos vivir juntos en paz.

Pero todavía tengo esperanza, porque si perdemos la esperanza nos quedamos sin nada.

BBC Mundo - 23/7/2008

16 de enero de 2009

Los dueños del dinero


"...El hecho que llamaba la atención es que de los Estados-nación modernos organizados al estilo occidental y con peso relativo en el orden internacional, el único que no tomó ninguna medida oficial de auxilio a sus bancos fue el Estado de Israel..."

"...Hoy se sabe, en Argentina lo denunció antes que nadie Eduardo Linares en un estupendo artículo titulado Steven Spielberg y “The Madoff’s list” by Tim Roth, que “Tan sólo Lehman Brothers y Berni Madoff, expatriaron, nunca mejor usado el término, 400 mil y 100 mil millones de dólares a bancos del Estado de Israel antes de declararse en bancarrota los primeros y ser apresado por fraude el segundo”, esta es la razón profunda de por qué el Estado de Israel fue el único estado de forma occidental que no se conmovió para nada por la gran crisis financiera newyorkina..."

El mito de los judíos dueños del dinero

Por Eulogio de Letos

El pensamiento griego auténtico, aquel que constituye el meollo del pensar occidental, termina con Aristóteles, lo que viene después, como dijo el buen filósofo inglés Alfred Whiteheard (1861-1947), son notas al pie de página de sus libros.


Werner Jaeger(1888-1961) quizá el más profundo filólogo y helenista del siglo XX en un trabajo titulado Griegos y Judíos probó de manera indubitable que el pensamiento griego hasta Aristóteles ignoró a los judíos, no tuvo ningún contacto con ellos, ni con sus costumbres ni con su forma de pensar y actuar. Ni siquiera supo de su existencia en el mundo.

Eudemo de Rodas quien fuera discípulo de Aristóteles y que escribió una Historia de la teología se ocupó de los fenicios, asirios, babilónicos y egipcios pero no de los judíos. De estos se habla por primera vez en Teofrasto, el sucesor de Aristóteles en el Peripatos, en una obra que se le atribuye: Sobre la Piedad


Pero Teofrasto no tuvo conocimiento directo de los judíos y su mundo, sino que se enteró sobre ellos a través de La Aegyptica una obra de Hecateo de Abdera que fue dada a conocer por el año 300 a.C.

Pero Hecateo tampoco conoció a los judíos directamente en su tierra ni siquiera conoció la ciudad de Jerusalén sino que todo su conocimiento lo tomó de los judíos que vivían en la corte del primer Ptolomeo en Alejandría.


De modo tal que sabemos a ciencia cierta que al menos hasta el tercer siglo a.C. no se tuvo en Occidente ningún conocimiento o versión de quienes podrían ser los judíos.


Lo interesante de destacar, es que toda la literatura posterior, salvo las excepciones siempre judías, es crítica y negativa respecto de este pueblo oriental. Esta literatura que recorre dos mil trescientos años de historia de la humanidad no deja títere con cabeza. Y así desde el período posterior a Aristóteles conocido como el helenismo, pasando por el imperio romano, la alta y la baja edad media, y la modernidad hasta llegar a poco después de la segunda guerra mundial, toda esa bibliografía sobre los judíos, sus hábitos y maneras de conducirse en sociedad, es en un 100% crítica y negativa respecto de ellos.


El hecho cierto es que este tema fue conocido desde la antigüedad como la quaestio iudaeorum, la cuestión de los judíos, tema que se desarrolló hasta mediados del siglo XX. Autores contemporáneos tan disímiles entre sí como Marx, Sartre, Papini, Belloc, Guardini y tantos otros tienen libros incluso con ese título: la cuestión judía.


A partir de los años sesenta la cuestión es demonizada, no se puede tratar sin correr el riesgo de se catalogado y condenado como nazi, fascista o antisemita, y si algo caracteriza a los puros intelectuales es que son cobardes. Nadie quiere cargar gratuitamente con ese sayo.


El hecho bruto que determinó esta demonización de la temática fueron los crímenes contra los judíos cometidos durante la segunda guerra mundial. Como respuesta, ellos se apoderaron del monopolio del sufrimiento (los gitanos proporcionalmente padecieron a los nazis más que ellos), lanzaron el gran mito de los seis millones de víctimas (desmentido luego por cientos de trabajos científicos y neutrales que lo reducen en un 80%) y terminaron inventando la industria del holocausto como tan acertadamente la denomina Norman G. Finkelstein en su libro homónimo.


De modo tal que hace aproximadamente medio siglo que se dejó de lado el mito de que los judíos son los dueños reales y efectivos del dinero en Occidente.


Y esta afirmación categórica venía viento en popa, pero la realidad, que es la última verdad, se sublevó, no se pudo tapar el sol con el pie como enseñaba Heráclito. Y así la gran estafa financiera mundial del siglo XX se destapó a comienzos del siglo XXI, en este final del 2008, con la quiebra del banco de los hermanitos Lehmann que le costó al tesoro norteamericano 700.000 millones de dólares y otro tanto a los gobiernos europeos en el auxilio de sus bancos también afectados con la explosión de la burbuja financiera, de la que nos habló el economista Miguel Angel Gago allá por 1994 en la revista Disenso.


Algunas sotovoces se dejaron oír en el sentido de averiguar hacia que país fueron derivados parte de semejantes fondos financieros computados como pérdidas, pero nadie lo firmaba. El hecho que llamaba la atención es que de los Estados-nación modernos organizados al estilo occidental y con peso relativo en el orden internacional, el único que no tomó ninguna medida oficial de auxilio a sus bancos fue el Estado de Israel.


El tema siguió en el más absoluto silencio, pero una vez más la fuerza de la realidad se impuso sobre el simulacro o el disimulo. Explotó el lunes 15 de diciembre, primero en los diarios de España (había perdido el Banco Santander 2500 millones de dólares), el fraude por 50.000 mil millones de dólares realizado por Bernard L. Madoff, un judío norteamericano a quien le confiaron sus ahorros organizaciones judías y judíos enriquecidos como Stiven Spielberg, Elie Wiesel, Robert Lappin, Julian Levitt, Fred Wilpon, Norman Braman, Erza Merkin, Carl Shapiro, Frank Lautenberg, Benbassat y &, y Reichmuth y &, entre tantos otros.


Hoy se sabe, en Argentina lo denunció antes que nadie Eduardo Linares en un estupendo artículo titulado Steven Spielberg y “The Madoff’s list” by Tim Roth, que “Tan sólo Lehman Brothers y Berni Madoff, expatriaron, nunca mejor usado el término, 400 mil y 100 mil millones de dólares a bancos del Estado de Israel antes de declararse en bancarrota los primeros y ser apresado por fraude el segundo”, esta es la razón profunda de por qué el Estado de Israel fue el único estado de forma occidental que no se conmovió para nada por la gran crisis financiera newyorkina.


Que los judíos son los dueños del dinero del mundo, no es un mito sino más bien una triste y dura realidad para los pueblos que tenemos que padecer su tiranía, entre los cuales el más jodido es el pueblo palestino (los antiguos filisteos) que además los tiene de vecinos.


¿Tiene arreglo esta situación? ¿Puede revertirse? A los ojos y los planes de los hombres no. No existen dirigentes de nivel internacional que de alguna manera no se encuentren judaizados. ¿Dónde un Adenauer, un de Gaulle, un Sukarno, un Nerú, un Perón, un Arévalo, un Ovando, un Vargas? La explotación y las injusticias sobre los pueblos, disfrazadas con bellos discursos, serán cada vez más y más crueles, pues no existen dirigentes políticos con peso internacional que sostengan proyectos de liberación y realización nacional. Israel es el último y único Estado de forma occidental que sostiene como objetivo “la prioridad nacional y su desarrollo”, por lo tanto no existe poder en el mundo que pueda torcer la voluntad de dominio de los dirigentes hebreos apoyados en la masa infinita de dinero a su disposición y el aval de 220 bombas atómicas. Para ellos la voz de mando es hoy: delenda est Philistaea.


Claro está, estos son los planes de los hombres, y otra cosa son los planes de Dios. Solo esperemos que Tata Dios se ponga pronto de nuestro lado.

- - -
1. Werner Jaeger, 'Greeks and Jews', Journal of Religion, April 1938

2. La vida política también les ha sido hostil a los judíos en todo el mundo pues ya los expulsó de Roma el emperador Tibero en el año 19 d.C. , luego lo hizo Claudio en el 49. Durante toda la edad media viven en ghettos o barrios cerrados para “evitar que hagan el mal”, y a partir del 1092 con la expulsión de Hungría comienza la expulsión desde toda Europa: Inglaterra, 1290 por Eduardo I; Francia, 1306 y 1394 por Felipe el hermoso; Francia, Bordeaux, Avignon, Marasella en 1682; Alemania-Sajonia en 1349, en Bavaria 1551, en Prusia en 1510; Hungría nuevamente en 1362 y 1582; Bélgica 1370; Eslovaquia en 1380 y por María Teresa en 1744; Austria en 1420 por Alberto V; España y Portugal en 1492; Italia de Nápoles y Sardinia en 1540. Mientras que en Dinamarca no se les dejó entrar hasta mediados del siglo XVII, en Suecia en 1782 y en Noruega recién en 1814.

3. Finkelstein, Norman G.: La industria del holocausto, Madrid, Siglo XXI, 2002
- - -
Fuente: www.elortiba.org

13 de enero de 2009

Argentina y Palestina

El enemigo es el mismo.

(una mirada desde el campo nacional, o, simplemente, desde el campo.)

"...No podemos los argentinos, permitirnos ignorar las relaciones entre aquella espantosa realidad que esta viviendo Palestina y nuestra propia realidad de país sometido a las Corporaciones y al poder financiero internacional. Durante la crisis del campo tuvimos serios debates acerca de la existencia real de la llamada oligarquía vacuna y acerca del poder de los sojeros en el nuevo escenario de una Argentina globalizada.


...Ahora, a la luz de los acontecimientos de Palestina y debido a los enormes desmontes que se producen como consecuencia de la aprobación de la Ley de preservación de los bosques y del apuro de ciertos gobiernos provinciales y de muchos depredadores por avanzar sobre la selva con pasturas para la ganadería y la caña para la producción de biocombustibles, quedó al descubierto, quienes son los mayores tenedores de tierra y los mayores poseedores de ganado. No es precisamente la vieja oligarquía, derechista, católica y patricia, contra la que embistieron los progresistas durante los días de la crisis del campo, sino una nueva oligarquía prebendaria vinculada con el poder financiero internacional, una oligarquía de origen inmigrante que, como el señor Elsztain, que es miembro de la Jabad Lubavitch, un grupo religioso de fanáticos ortodoxos, que usan barbas, sacos y sombreros negros como en la antigua Rusia, aprendió a vincularse y hacer negocios, con otros grandes financistas como el señor Midlin y el señor Soros, en los bares y en los hoteles de Tel Aviv, y que en algunos casos, tal como el señor Elsztain a pesar de ser de origen argentino, son dirigencia del Consejo Judío Mundial, el gran sostén norteamericano del Estado de Israel.

Cuando nos informamos que hasta las oficinas de Puerto Madero, desde las que se teledirige el poder político en la Argentina, pertenecen a este sector de la nueva oligarquía financiera, comercial y ganadera vinculada al Sionismo, nos preguntamos con razón si acaso, muchos de los desacuerdos tenidos por nosotros con tantos intelectuales de la izquierda progresista, acerca de la interpretación de la realidad argentina, no fueron más que la consecuencia de sus complicidades intelectuales con las fuentes de financiación que los subsidian..."

Jorge E. Rulli - 11/1/2008
La diferencia es que los palestinos saben muy bien quien es su enemigo.

Mientras tanto acá "no tenemos hipótesis de conflicto", pero por las dudas EE.UU. resucita la IV Flota para intervenir en mares y ríos de América del Sur para "combatir el terrorismo" (igual que Israel en Gaza).

7 de enero de 2009

La "involución verde"

Industrias de la muerte

Las autodenominadas "industrias de la vida", (biotecnología en agricultura, alimentación y farmacéutica) son en realidad las "industrias de la muerte":

"...En la década de 1960, casi la totalidad de las semillas estaban en manos de agricultores o instituciones públicas. Hoy, 82 por ciento del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y diez empresas controlan 67 por ciento de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etc) son en su mayoría propiedad de fabricantes de agrotóxicos...

"De las semillas al supermercado, las transnacionales dictan o pretenden dictar qué plantar, cómo comerlo y dónde comprarlo. Frente a las crisis nos recetan más de lo mismo: más industrialización, más químicos, más transgénicos y otras tecnologías de alto riesgo, más libre comercio. No es extraño, ya que todas están entre los que más han lucrado con el aumento de precios y hambrunas: obtuvieron ganancias que van hasta 108 por ciento más que en años anteriores..."


Involución verde

"El paradigma más significativo de esta "involución verde", son los transgénicos, semillas patentadas adictas a los químicos de las empresas, promovidas como panacea para resolver los actuales problemas de hambre que el propio modelo creó..."


Los que se quieren comer el mundo
Silvia Ribeiro

En el 2003, el valor global de fusiones y adquisiciones fue 1,300,000 millones de dólares (1,3 billones). En 2007, llegó a 4,48 billones de dólares. En la industria alimentaria, el valor de las fusiones y compras entre empresas se duplicó del 2005 al 2007, llegando a 200 mil millones de dólares. La debacle financiera terminó con algunas empresas, favoreciendo oligopolios aún más cerrados.

¿Qué significa esto para la gente común? El informe del Grupo ETC “De quién es la naturaleza” (disponible en www.etcgroup.org/es) , ofrece un análisis en el contexto histórico de la concentración corporativa de sectores claves en las últimas 3 décadas. Desde entonces el Grupo ETC ha seguido las maniobras de mercado de las autodenominadas “industrias de la vida”, (biotecnología en agricultura, alimentación y farmacéutica). En el nuevo informe, se agregan las empresas detrás de la convergencia de biotecnología con nanotecnología y biología sintética, que promueven nuevas generaciones de agrocombustibles y más allá: intentan generar un economía post-petrolera basada en el uso de carbohidratos y vida artificial.

El sector agroalimentario sigue siendo uno de los ejemplos más devastadores, por ser un rubro esencial: nadie puede vivir sin comer. Es además, el mayor “mercado” del mundo. Por ambas razones, las transnacionales se lanzaron agresivamente a controlarlo. En las últimas 3-4 décadas, pasó de estar altamente descentralizado, fundamentalmente en manos de pequeños agricultores y mercados locales y nacionales, a ser uno de los sectores industriales globales con mayor concentración corporativa. Para ello fue necesario un cambio radical en las formas de producción y comercio de alimentos. Gracias a los tratados de “libre” comercio, la agricultura y los alimentos se transformaron de más en más en mercancías de exportación, en un mercado global controlado por una veintena de transnacionales.

Según un informe de la FAO sobre mercados de productos básicos, a principios de la década de 1960, los países del Sur global tenían un excedente comercial agrícola cercano a los 7000 millones de dólares anuales. Para fines de la década de 1980 el excedente había desaparecido. Hoy todos los países de Sur son importadores netos de alimentos.

En la década de 1960, casi la totalidad de las semillas estaban en manos de agricultores o instituciones públicas. Hoy, 82 por ciento del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y diez empresas controlan 67 por ciento de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etc) son en su mayoría propiedad de fabricantes de agrotóxicos, rubro en el cual las diez mayores empresas controlan 89 por ciento del mercado global. Que a su vez están representadas entre las diez empresas más grandes en farmacéutica veterinaria, que controlan 63 por ciento de ese rubro.

Los 10 mayores procesadores de alimentos (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, CocaCola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, ADM, Danone) controlan el 26 por ciento del mercado, y 100 cadenas de ventas directas al consumidor controlan el 40 por ciento del mercado global. Parece “poco” en comparación, pero son volúmenes de venta inmensamente mayores. En el año 2002, las ventas globales de semillas y agroquímicos fueron 29,000 millones de dólares, las de procesadores de alimentos 259,000 millones y las de cadenas de ventas al consumidor 501,000 millones. En el 2007, esos tres sectores aumentaron respectivamente a 49,000 millones; 339,000 millones y 720,000 millones de dólares. Sigue siendo el supermercado WalMart, la empresa más grande del mundo, siendo la número 26 entre las 100 economías más grandes del planeta, mucho mayor que el Producto Interno Bruto (PIB) de países enteros como Dinamarca, Portugal, Venezuela o Singapur.

De las semillas al supermercado, las transnacionales dictan o pretenden dictar qué plantar, cómo comerlo y dónde comprarlo. Frente a las crisis nos recetan más de lo mismo: más industrialización, más químicos, más transgénicos y otras tecnologías de alto riesgo, más libre comercio. No es extraño, ya que todas están entre los que más han lucrado con el aumento de precios y hambrunas: obtuvieron ganancias que van hasta 108 por ciento más que en años anteriores.

También la disparidad de ingresos individuales en el mundo creció. La riqueza acumulada de los 1125 individuos más ricos del mundo (4,4 billones de dólares) es casi equivalente al PIB de Japón, segunda potencia económica mundial después de Estados Unidos. Esta cifra es mayor que los ingresos sumados de la mitad de la población adulta del planeta. 50 administradores de fondos financieros (hedge funds y equity funds), los grandes especuladores que provocaron la “crisis”, ganaron durante el 2007 un promedio de 588 millones de dólares, unas 19,000 veces más que el trabajador estadunidense típico y unas 50,000 veces más que un trabajador latinoamericano medio. El director ejecutivo de la financiera Lehman Brothers, ahora en bancarrota, se embolsó 17,000 dólares por hora durante todo el 2007 (datos de Institute for Policy Studies).

Resumiendo, una absurda minoría de empresas y unos cuantos multimillonarios que poseen sus acciones, controlan enormes porcentajes de las industrias y los mercados básicos para la sobrevivencia, como alimentación y salud.

Esto les permite una pesada injerencia sobre las políticas nacionales e internacionales, moldeando a su conveniencia las regulaciones y los modelos de producción y consumo que se aplican en los países, que a su vez son causantes de las mayores catástrofes alimentarias, ambientales y de salud.

Así pudo avanzar la privatización y conversión del sistema agroalimentario, hasta hace pocas décadas descentralizado y basado mayoritariamente en semillas de libre acceso, agua, tierra, sol y trabajo humano, para convertirlo en una máquina industrial petrolizada, que exige grandes inversiones, maquinarias caras, devastadoras cantidades de agroquímicos (mejor llamados agrotóxicos) y semillas patentadas controladas por unas pocas empresas. Aunque se produjeron mayores cantidades de algunos granos, no solucionó el hambre en el mundo tal como prometían, sino que aumentó. El saldo de erosión de suelos y biodiversidad agrícola y pecuaria, junto a la contaminación químico-tóxica de aguas, no tiene precedente en la historia de la humanidad. Todo acompañado, por si fuera poco, por una creciente crisis de salud humana y animal (que también es negocio para las mismas empresas).

El paradigma más significativo de esta “involución verde”, son los transgénicos, semillas patentadas adictas a los químicos de las empresas, promovidas como panacea para resolver los actuales problemas de hambre que el propio modelo creó. Otro ingrediente del mismo modelo, ahora empujado con más fuerza, es el altísimo requerimiento de fertilizantes, que por su nombre parecería menos dañino que el resto de los agrotóxicos. Pero el uso de fertilizantes industriales, en lugar del equilibrio de nutrientes naturales de los modelos anteriores de agricultura, también provoca adicción y dependencia y está en manos de un cerrado oligopolio trasnacional. Tal como el petróleo, se basa en el uso de productos finitos y no renovables: según datos de PotashCorp, la primera empresa global de fertilizantes, las reservas de fósforo, ingrediente fundamental de los fertilizantes, disminuyen a ritmo acelerado. Globalmente, el consumo industrial de fertilizantes aumentó 31 por ciento entre 1996 y 2008, debido al incremento de la ganadería industrial y la producción de agrocombustibles. Y con las crisis, el precio se disparó más de 650 por ciento entre enero de 2007 y agosto del 2008. Mosaic, la tercera empresa de fertilizantes a nivel global (55 por ciento propiedad de Cargill) aumentó sus ganancias más de 1000 por ciento en ese período.

Pese a que las trasnacionales pretenden controlar todo, 1200 millones de campesinos y campesinas en el mundo, siguen teniendo sus propias semillas. Aunque WalMart sea la empresa más grande del mundo, el 85 por ciento de la producción global de alimentos se consume cerca de donde se siembra –la mayoría en el mercado informal.

Urge, por el bien de todos y para parar las amenazas al ambiente que nos sostiene, el cuestionamiento profundo del modelo de agroalimentación industrial y corporativo, incluyendo la crítica radical a los que en nombre de las crisis alimentarias y climáticas quieren imponernos más del mismo modelo con transgénicos y agrocombustibles. Las soluciones reales ya existen y son diametralmente opuestas: soberanía alimentaria, como propone La Vía Campesina, a partir de economías agrícolas descentralizadas, diversas, libres de patentes, basadas en el conocimiento y las culturas campesinas, que son quienes por más de diez mil años han probado su capacidad de alimentar sustentablemente a la humanidad.

Basado en el informe del Grupo ETC “De quién es la naturaleza - El poder corporativo y la frontera final en la mercantilización de la vida”, disponible en www.etcgroup.org/es

Fuente: www.alainet.org


4 de enero de 2009

Se retira el estado actual

Ya ha cumplido la función por la que fue creado: igualar a los hombres

Juan Pablo Vitali

Poco a poco el Estado se retira. El viejo Estado-nación, se va convirtiendo en la caricatura que acaso siempre fue, como representante de un orden materialista iluminista, basado en un contrato a lo Rousseau, en la necesidad de una explotación capitalista ordenada y en la ficción del demo-liberalismo. Se supone que existió otro Estado moderno, ése que se llamó socialista. Un Estado tan oligárquico como el capitalista, pero al que mató la burocracia, siempre más lenta que el dinero.


Ahora este Estado, fruto de un contrato que ni usted ni yo firmamos, parece no creer en su propio orden; entonces algunos grupos humanos elementales y culturalmente ajenos, aprovechando ese vacío, ocupan los espacios cotidianos, dentro de una amenaza de general anarquía. Esto ocurre, en mayor o menor medida, en cualquier lugar del mundo occidental. No pasa de un día para el otro, pero ocurre sin pausa, y las personas se adaptan a la nueva situación, se resignan, se conforman.

Algunos grupos de desconocidos ocupan una esquina, la casa de un barrio, venden en las calles, nos miran amenazadoramente en un transporte público. A veces es difícil distinguir entre ellos extranjeros y compatriotas, porque todos se visten igual, escuchan la misma música, tienen las mismas actitudes. Quizá alguno de ellos, sea el hijo de nuestro vecino bailando rap en una esquina. Sentimos la solapada violencia que los une, que los hace fuertes, y sabemos que no tienen nada que perder, pero seguimos con nuestra vida “normal”. Esa vida blanda, apolítica, individualista, democráticamente igualitaria, conformista, consumista, progresista y pacifista. No podemos suplantar al Estado, y la violencia es patrimonio exclusivo del Estado, por eso es legal. Pero el Estado actual se retira, ya ha cumplido la función para la que ha sido creado, que era la de igualar a los hombres.

En realidad compartimos la idea de que todos los hombres son iguales, sólo queremos conservar la libertad de gozar de nuestras posesiones, de nuestra paz, de nuestra dulce vida burguesa, sin un pasado que nos ate, ni un futuro que construir; para eso dejamos en manos del Estado liberal progresista todo lo que no se refiera a la elemental condición de consumidor, de hedonista, que es la única condición que ese mismo Estado reconoce.

Nos acostumbramos a no mirar a la cara a las personas equivocadas, a no pasar por los lugares equivocados, para no tener problemas. Pero todo se complica, las esquinas ocupadas se multiplican, nos encerramos, tratamos de encerrarnos en una región, incluso en un barrio, queremos fundar un micro Estado, un búnker inexpugnable, donde estacionar nuestro auto, donde hacer nuestras compras. Un micro Estado que sea igual al anterior, con las mismas tarjetas de crédito, los mismos microchips, los mismos banqueros que nos presten dinero, las mismas empresas multinacionales de energía, de automóviles, pero donde se siga garantizando el individualismo contractual del Estado-nación demo-liberal, progresista, socialdemócrata, o como se llame. Hasta podemos sentir nostalgia de algunas tradiciones inofensivas, de alguna música lejana, para darnos ánimo y creer que el burgués que tenemos al lado y es nuestro vecino, puede ser también nuestro amigo. Pero todo sin compromisos personales, sin deberes para con el micro Estado que fundemos, que para eso es el Estado, para darnos seguridad, mientras consumimos bienes y servicios —para eso somos después de todo, y antes que nada, consumidores.

Pero resulta que a nadie le importa nuestro micro Estado, no tiene escala suficiente, no puede levantar ejércitos, ni proveerse de energía, ni emitir moneda, ni dictar sus leyes en contra del mundo, ni hacer automóviles, ni sobrevivir. En definitiva, intentamos una solución a la medida de nuestra mentalidad, achicar, esconderse, negar, y ser ante todo progresistas, liberales o cualquier otra cosa que nos parezca compatible con el pensamiento políticamente correcto, el que nos dio la felicidad de ser consumidores, de no hacernos cargo de nada más.

La otra dimensión, la heroica, la comunitaria, la trascendente, la histórica, no se construye con otro tipo de Estado, sino, y como paso previo, con otro tipo de hombre. No con el burgués progresista y asustado, que jamás podrá recordar el significado de las palabras grandeza, lucha, dignidad, porque ésas no son palabras para un esclavo.

Fuente: El Manifiesto

3 de enero de 2009

Tibio reclamo por Malvinas

Tibio reclamo de Cancillería por soberanía de Malvinas a 176 años de la primera usurpación

Como todos los años, Cancillería Argentina emitió un idéntico comunicado ratificando la soberanía Argentina sobre las Islas, ante un nuevo aniversario de la primera usurpación en 1833...

"Hoy, a 176 años de esa ocupación ilegítima que aún persiste, el gobierno reafirma una vez más los imprescriptibles derechos de soberanía de Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional", insistió el comunicado oficial.

En el texto, el gobierno de Cristina Kirchner lamentó "la persistente renuencia del Reino Unido a abordar la cuestión de la soberanía" en el marco de las Naciones Unidas, y recordó que esa ese reclamo "constituye una política de Estado y responde a un anhelo colectivo del pueblo argentino".

El ministerio encabezado por el canciller Jorge Taiana aseguró que " la Argentina considera injustificada la negativa británica a abordar la cuestión de fondo para encontrar una solución justa, pacífica y duradera a la controversia de soberanía, conforme el mandato de la comunidad internacional".

El gobierno ratificó "el objetivo permanente e irrenunciable de recuperar el ejercicio pleno de la soberanía" y en tanto aclaró su intención de "respetar el modo de vida de los habitantes de las Islas Malvinas".

El parte criticó en tanto "la continuada realización de actos unilaterales británicos en relación con el área de la disputa que no sólo violan el espíritu y la letra de dichos entendimientos, sino que contrarían el llamamiento de la ONU de abstenerse de adoptar decisiones" que cambien la situación actual.

Fuente: El Malvinense

1 de enero de 2009

El sionismo y Palestina


"... La Entidad Sionista, por tanto, es la avanzadilla del proyecto occidental, de la “globalización” y del “mundialismo”, ya que, por un lado, es el símbolo de la innatural e ideológica “sociedad multiétnica” (contra la natural y pre-ideológica de los autóctonos palestinos) y, por otro, es el laboratorio ideológico de la tendencia para establecer una única moral mundial, una sola justicia mundial, etc. ya que todo el mundo, progresivamente, debe “reconocer Israel”..."

AGRESIÓN SIONISTA EN GAZA: UNA PUESTA A PUNTO SOBRE "EL SIONISMO Y PALESTINA"

Coordinadora Proyecto Eurasia- CPE

Reflexiones para quien no tiene ningún interés en fingir que no entiende.

Sobre lo que está sucediendo en Palestina en estas horas, la Coordinadora Proyecto Eurasia aprovecha esta ocasión para llevar a cabo una puesta a punto general sobre el tema “Sionismo y Palestina”. En cuanto a los detalles de la actual “crisis”, remitimos al sitio de la Agencia “Infopal.it” (www.infopal. it) que cotidianamente pone a disposición noticias, análisis y correspondencias llegadas directamente de los lugares en que se desarrollan los hechos.

1) La Coordinadora Proyecto Eurasia no reconoce al llamado “Estado de Israel” tal y como este aspira a legitimarse hacia el exterior. Por tanto, no tributándole ningún reconocimiento (histórico, cultural, diplomático, político y religioso) afirma que tal “Estado” ha de ser indicado como la “Entidad Sionista”.

2) Existe un agresor y existe un agredido. El agresor es la Entidad Sionista, la base político-territorial del Sionismo, una ideología surgida del ámbito del Judaísmo y animada, en sus desarrollos supremacistas, estratégicos y mesiánicos por Occidente, en particular por la Angloamérica calvinista y puritana, con Europa situada a su cola cada vez más desde que la Unión Europea, creación masónica, tomara cuerpo. El agredido es el pueblo palestino, sin distinciones de religión y tendencia política, que padece desde hace más de cincuenta años (y no desde 1948) la progresiva expulsión de su tierra, Palestina, por parte de un conglomerado de residuos étnicos que en la “pasión por Sión”- y en el odio por la “falsa conciencia” que representan los palestinos- encuentra un (ilusorio) motivo de convivencia. En Palestina, por tanto, hay un pueblo, el palestino, agredido por aquellos que se adhieren a una ideología. Esta es la razón por la cual la fábula del “dos Estados para dos pueblos” no tiene sentido.

3) La Entidad Sionista no es “el Estado de todos los judíos”. A causa de la continua y martilleante propaganda sionista divulgada por los clarines sin dignidad de la llamada “libre información”, se ha acabado en un pastiche aparentemente inextricable de equívocos. Como han demostrado estudios recientes que “descubren el Mediterráneo”, es decir, el “pueblo judío” es una invención moderna, y el Sionismo es una operación de revival cultural-religioso más semejante a una mascarada que a una cosa que haya que tomar en serio, como lamentablemente hacen también muchos “intelectuales” . Si tenemos que creer que un ciudadano de Nueva York, París o Roma de religión judía tiene derecho al “retorno” a la “Tierra de Israel” ya que allí “vivían sus antepasados”, entonces todo el mundo puede “regresar” donde le apetezca, haciendo que se expulse a los autóctonos. Basta con que se dote de la protección del más fuerte de turno, que en este caso es Angloamérica. Peor todavía, siguiendo el ejemplo del Sionismo, ¡cualquiera puede “prometerse”, haciendo que cante un “Dios” que nadie ha visto nunca, todas las tierras que quiera! Son también conocidas las vicisitudes de poblaciones de la Europa del Este que se han convertido al Judaísmo (los Jázaros), así como los resultados de investigaciones arqueológicas llevadas a cabo por estudiosos “israelíes” que han demostrado la nula fiabilidad de los “textos sacros” desde el punto de vista histórico.

4) Con toda evidencia, todos (o mejor, quien tiene una “poltrona” que mantener) fingen creer en estas bolas colosales, compendiadas en la literatura mitológica del llamado “Holocausto”, porque les conviene creer en ellas. Incluso un Fini o un Veltroni no son lo bastante cretinos para creer en estos absurdos, pero el amo americano manda y ellos obedecen. “Defender Israel” resulta la excusa para intervenir militarmente, derribar gobiernos, embargar a poblaciones enteras, depredarlas de sus recursos. Todo esto, en el interés de Angloamérica y de su séquito de traidores del interés de los pueblos de Europa; pueblos que en el Mediterráneo encuentran su ambiente natural para prosperar junto a sus vecinos. El Occidente americanocéntrico, de hecho, se sirve de la Entidad Sionista como pantalla para su política en el mundo árabe y no sólo, estando Jerusalén prácticamente en el cruce entre Europa, Asia y África, es decir, del “viejo mundo” odiado por Angloa mérica y que con la doctrina del “choque de civilizaciones” tiene que mantener dividido.

La Entidad Sionista, por tanto, es la avanzadilla del proyecto occidental, de la “globalización” y del “mundialismo”, ya que, por un lado, es el símbolo de la innatural e ideológica “sociedad multiétnica” (contra la natural y pre-ideológica de los autóctonos palestinos) y, por otro, es el laboratorio ideológico de la tendencia para establecer una única moral mundial, una sola justicia mundial, etc. ya que todo el mundo, progresivamente, debe “reconocer Israel”.

5) Tal “reconocimiento” implica la asunción del “pecado original” del “Holocausto”. La Entidad Sionista, de hecho, en la versión que se ofrece para consumo de un público forzadamente distraído de las verdaderas finalidades de la operación, existiría como “resarcimiento moral” por las penalidades sufridas, ¡de Babilonia en adelante! Pero no es así, en primer lugar, porque el Sionismo ya había puesto sus ojos sobre Palestina a finales del siglo XIX. Luego, porque lo que – extrapolándolo del contexto general de la Segunda Guerra Mundial- es indicado como “Holocausto”, pese a estar lejos de todo lo que real y efectivamente sucedió, ha implicado, no por casualidad, a los judíos que no querían saber nada de convertirse en “israelíes”, sirviendo el racismo consustancial al Sionismo para una operación de “selección interna”. Sin embargo, de forma retrospectiva, cuando la memoria (¡la verdadera!) podía ser manipulada, la fantasía se h a desencadenado, y “todos los judíos” se han convertido en “víctimas del Holocausto”. Así, con el “crédito moral” recolectado, se ha llegado a crear una situación perfecta, por la cual no se puede criticar a la Entidad Sionista so pena de la “falta de respeto”: quien se atreve a decir algo es tachado de “antisemita” y su carrera está acabada, con sumo regocijo del “amo” angloamericano siempre más entusiasta que su “perro de guardia”. Por esto, hay que ser listos y desplazar el objetivo polémico sobre Angloamérica porque en este caso no hay “holocaustos” detrás de los cuales parapetarse, a menos que se quiera creer en otra fábula: la de la “Liberación” (¡que nos liberó de nosotros mismos!).

6) La identificación entre Sionismo y Judaísmo es una operación animada por el mismo Sionismo, tanto es así que los camareros del régimen (entre los que se cuentan casi todos los “representantes de las comunidades judías”, que se distinguen por su “silencio” en estas horas) tiene que equiparar “antisionismo” y “antisemitismo” . Pero si el “antisemitismo” significa bien poco dado que los “semitas” no existen más que en la lingüística, el “antisionismo” tiene sentido ya que el Sionismo existe y de qué manera. Ser “antisionistas” significa haber comprendido la función que desempeña el Sionismo como “ideología de Occidente” y la Entidad Sionista como avanzadilla estratégica occidental en el “viejo mundo”. He aquí porque la “destrucción de Israel”, como la de los Estados cruzados, es sin duda deseable: su fin ideológico y estratégico, sin necesidad de acudir a “segundos holocaustos” que se encuentran sólo en los alaridos de los aduladores de un régimen que día tras día, entre los escándalos bancarios, la desocupación, la precariedad y la extensión de la incertidumbre sobre el futuro, se demuestra cada vez más con el agua el cuello. ¿Qué nos darán de comer cuando la crisis no sea sólo un argumento de tertulia televisiva? ¿El Holocausto? ¡Y lo bonito del caso es que hay que oír incluso que los palestinos, entre las mil culpas que se les atribuye, tendrían la de “no creer” en el Holocausto!

7) Coherentemente, no creen en él los dirigentes de Hamas (porque de lo contrario “reconocerían Israel”), que elegidos por la inmensa mayoría de los palestinos, han formado un gobierno inmediatamente demonizado por la llamada “comunidad internacional” , que, en realidad, es Angloamérica y su corte de bufones “democráticos” que se rasgan las vestiduras por Darfur, por un premio Nobel con un arresto domiciliario y por la extinción de las focas pero encuentran perfectamente normal el tiro al pichón sobre una población densamente habitada. Las “cuestiones de principio” existen sólo para los tontos fingidos que tiene alguna “posición” y para la masa que es cretinizada desde que nace y que cree de buena fe que los “derechos humanos” corresponden a alguna cosa concreta.

La demostración de que “las cuestiones de principio” son un engañabobos la da el llamado “racismo”. No pasa día sin que en los periódicos y en la televisión se hable del Nazismo, de las “leyes raciales” y de los “sufrimientos del pueblo judío” en todo tiempo y lugar. Llegados a este punto, uno esperaría una sensibilidad análoga cuando, hoy, se verifican situaciones completamente asimilables a las execradas para que “no se repita nunca más”… En cambio, nada: silencio total, suma indiferencia y -colmo de la burla- inversión orwelliana de la realidad que describe a quien sufre el “racismo”, la destrucción de los olivos, de las casas y la humillación cotidiana como el “agresor”, mientras que quien arremete y practica un “racismo” sistemático (incluso con los suyos: sólo hay que pensar en los “israelíes” yemeníes, en los falachas, etc.) “se defiende”.

La moraleja que se puede sacar de todo esto es la siguiente: Occidente (es decir, la parte del mundo dominada por Angloamérica y que debe adoptar invariablemente la ideología holocáustica y la judeolatría) se sirve de las “cuestiones de principio” sólo para cubrir la realidad con un cinismo sin escrúpulos al servicio de la única cosa en que cree: el poder del dinero. Por lo demás, la misma “sociedad israelí” presentada como “la única democracia de Oriente Medio”, es caracterizada por quienes la han conocido de cerca como una sociedad compuesta, especialmente en su juventud ideologizada y militarizada, por personas que no creen en nada, excepto en el mito del “poder de Israel”. Aquí, el concepto de “elección”, despojado de todo su significado espiritual, se ha degradado en la autoidolatría de un “mesías colectivo” que, no creyendo más que en sí mismo, representa la forma más extrema de materialismo.

8) Molidos por Occidente y abandonados por demasiados viles “gobernantes” árabes, los palestinos son un ejemplo para el mundo entero. Es un ejemplo su solidez en la resistencia, desde hace cien años, cuando nosotros, que no teniendo guerras en casa vamos a buscarlas por el mundo camufladas como “misiones de paz”, por una décima parte de lo que han sufrido ellos ya nos habríamos extinguido.

Es un ejemplo su confianza en la victoria, incluso en los momentos más difíciles. Es para reflexionar, si se piensa que en el “paraíso democrático” que debería ser exportado a base de bombas la gente se deprime por los motivos más inconsistentes. Es un ejemplo su saber morir con dignidad, con el dedo hacia el cielo mientras, en un lago de sangre afortunadamente puro de la infección de la “democracia” y de los “derechos humanos”, dan testimonio de que “no hay más divinidad que Allah”. Imaginemos la gente moribunda de una ciudad occidental bombardeada y el modo grotesco en que abandonarían esta tierra, entre estertores descompuestos e imprecaciones. Sí, hacen bien en no mostrarnos a los palestinos que, con la pierna prácticamente arrancada, son llevados al hospital pensando sólo en cómo devolver el alma a Allah en el Momento decisivo.

9) Que los periódicos y las televisiones sirvan de megáfonos de la propaganda sionista, es algo de lo que no cabe sorprenderse. Los papagayos repiten lo que aprenden del amo. Y Occidente, hoy, con Italia situada en una posición particularmente mala, produce cantidades impresionantes de charlatanes y bufones de corte. Quienes, en cambio, podrían decir algo sensato y sustentado por un saber sólido fruto de estudios y del conocimiento directo de los lugares, la lengua y las personas es excluido de las tareas de relieve de los periódicos y televisiones, pero también en las universidades (donde, con poquísimas excepciones, pululan arabistas que no toman nunca “posición”), donde se permanece sólo si se hace acto de vasallaje con dosis progresivas de prostitución moral. Pero esto, al final, es un “falso problema”: una vez que nos liberemos de la presencia de más de cien instalaciones militares de EEUU y de la OTAN, también la pornografía informativa que nos toca soportar se resolverá, y también la universidad y el llamado “mundo de la cultura” serán accesibles para quien no tiene ganas de hacer el tartufo durante toda su vida.

10) Volvemos al punto inicial. Saber ver “el problema” es esencial. El problema no son” los judíos”, como creen todos aquellos que, por un motivo o por otro, tienen la necesidad de meter- so pena de la admisión de haber cometido un error colosal- “al judío en el centro de la escena”. El problema es el Sionismo como ideología de Occidente así como la Entidad Sionista como base político-territorial del Sionismo. Pero no es aún este el problema principal. El problema principal es Angloamérica, con su “civilización” materialista que transforma al hombre en lo mismo que un objeto. Algo bien distinto de la “islamización” de Europa. Al- Qaeda, como ese “Dios” que “promete”, es algo que nadie ha visto nunca, ¡pero las bases de los EE.UU y de la OTAN sí! Sin embargo, los pueblos de Europa, que ciertamente no se destacan por su astucia, ¡se han dejado confundir hasta tal punto que piensan que les está “invadiendo el Islam”! La islamofobia se revela también un instrumento ideológico para hacer pasar de modo indiferente una masacre: “esos palestinos, si son musulmanes, ¡alguna culpa tendrán en cualquier caso!”.

Al heroico pueblo palestino los pueblos de Europa debieran mirarlo con admiración. Están ahí para demostrarnos que nada es imposible y que, incluso cuando todo parece perdido, al final vence quien permanece ligado a la tierra y a su propio modo de vida. Ese modo de vida enseña que resistir es justo y sacrosanto, y no hay mentira mediática que pueda desgarrar esta verdad cuando el alma no está corrompida. El problema de los italianos, de los europeos, es establecer si todavía tienen un alma. Si la “civilización” angloamericana no la ha asesinado y el Sionismo no ha conquistado las mentes y los corazones, sabrán reconocer que los palestinos están luchando también por nosotros.

Texto original en: http://www.cpeurasia.org/?read=16587

Tomado de: El Emboscado
.